Bantay
- Title
- Bantay
- category
- Philippines -- Places -- Luzon
- isBasedOnUrl
- https://fromthepage.com/1762archive/a-digital-repatriation-of-a-lost-archive-of-the-spanish-pacific-the-library-of-the-convent-of-san-pablo-manila-1762/article/32131935
- name
- Bantay
- contentUrl
- 32131935
- valueMinLength
- 0
- valueMaxLength
- 0
- numberOfItems
- 22
Found 61 Instances of "Bantay" on 21 Pages
Sobre pleito que este Convento de Tondo siguio contra el guardia de Bangcosey. 1683

de mi presidente que con esta presentó como de derecho mejor lugar hubiere,
parezco ante vuestra merced y digo que dicho convento tiene derecho
a la cobranza, de un cuartillo de cada embarcación de las que entran
y salen por el estero de dicho pueblo cuyo derecho, tuvo su principio
por razón de haberse [havicitto] dicho estero en tierras de dicho convento
de que cobraba sus arrendamientos. Y después los padres priores,
mis antecesores arrendaron la dicha cobranza de un cuartillo [a]
algunas personas por cinco pesos en cada un mes los cuales pagaron
con mucha puntualidad los bantayes antecesores de este. Y el que
al presente guardia mayor de dicho pueblo de Tondo, no quiere dar la
cantidad referida, diciendo no pertenecer a dicho convento siendo
como es así el derecho de la propiedad como el de la posesión
de la cobranza, constante por instrumentos conviene se me [reciba]
información de lo referido, por ser público y notorio son dichas
tierras de dicho convento. Y dada la parte que baste se me entregué
originalmente, para el título en lo venidero, atento a lo cual
ya que el General Sebastián Rayo Doria es el testigo de más
excepción que en la materia puede deponer como alcalde mayor
que era el tiempo que dicho estero se abrió y tiene las individuales
noticias de todo como lo da a entender en su carta misiva
que presentó con el juramento necesario por tanto.
A vuestra merced pido y suplico se sirva de haberla por presentado y que mande la
reconozca en lo que hiciere al caso y declare como testigo y
se me examinen los demás que presentare. Y hecha la dicha información
se me entregué como llevó pedido y para su mayor
justificación, sea con citas de la comunidad del dicho pueblo y del guardia
mayor, que en ello pido justicia y juro en forma no ser
de malicia y lo necesario etcétera. Otro así pido y suplico
a vuestra merced se sirva por excusar gastos de cometer el reconocimiento
y declaración del General Sebastián Rayo a cualquier
escribano público o real y la demás información al escribano público
de dicha jurisdicción y relator de la Real Audiencia
Monacillos que sean hijos de mestizos de sangley. 1732

salido de la escuela, causa por que
no podemos dar cumplimiento a los
seis monacillos que nos [vide] el muy
reverendo padre ministro. Y respecto
a que así en Pasay como Vetuz y demás
distrito de esta jurisdicción hay bastantes
hijos baguntaos, así de Mestizos
como de Tagalos, y otras naciones
a quienes, cuando se ofrece, van
nuestros hijos a llevar los ornamentos
y demás necesario para la administración
de los sacramentos, viático
y extremaunción de que
resulta el que alguno (como ha sucedido)
darle mal viento a nuestros
hijos por la suma fatiga de caminar
a pie nuestros hijos a paraje tan
dilatados, y a horas muy incómodas
por la suma reverberación del sol
o frialdad de aguaceros sin que atiendan
dichos Mestizos, ni demás
naciones el que nosotros no somos
sus esclavos, ni tenemos hecha
obligación de servirlos no sirviéndonos
ellos para cosa alguna
pues hasta para hacer bantayes
para los fuegos no quieren concurrir
Relación y otros instrumentos sobre el desacato de los Naturales de Dongalo. 1717.

acompañar. Y le pregunté por el gobernadorcillo y su escribano, y me dijo que
decía el gobernadorcillo que estaba aguardando su caballo, y que en []
iría, y yo desde allí le envié otros dos recados con [baguntaos]
que le dijeran que allí le estaba aguardando, y que
así que se despachara a ir cuanto antes porque ya era [tarde].
Y estando yo en este sitio aguardando llegó el Hermano Fray [Diego]
y allí estuvimos como cosa de una hora poco más o menos aguardando
al gobernadorcillo y su escribano. Y luego que yo llegué a la pedrera
llegué a un cobillo que estaba allí y desperté a mi criado que [estaba]
durmiendo por estar cansado de componer un pedazo []ca
que había compuesto desde por la mañana con dos [sirvientes de]
cocina, que le ayudaba para poder tener allí mis caballos [].
Y le mandé que me cogiera mi caballo que estaba allí []
y que cogiera otro para él, y otro para el chiquillo que
iba con los cojinillos y le dije que había de ir junto [conmigo].
Y viendo nosotros que no llegaba el gobernadorcillo [dijímonos]
poco a poco hasta ver si llegaba el gobernadorcillo. Y [dejamos un]
bantay en la pedrera para luego que llegara el que fuera al [sitio]
lado. Y por fin nos la pegó y no fue. Y discurro que fue por tener [cuñado]
casado en Dongalo llamado Don Luis Ramos que [fue uno de]
los muy desatentos aquella tarde, o por mejor decir, desvergonzados
sus obras y palabras. Y dicho gobernadorcillo se ha visto el que hace []
las partes de los de Dongalo. Y yo le dije al Hermano Fray Diego
camino en presencia de los dos principales que iban conmigo el que
les había de hacer cosa ninguna a los indios luego que llegáramos
donde ellos estaban. Y habiendo llegado allá, esto es [adonde estaba]
Vocabulario Visaya de Pedro de San Nicolás y otros. 1700s.

Descolorido o rubio. Bulagac
Descomedido en palabras. Talampasan
Desconcertado ut pierna o brazo. Tampiloc
Desconectarse hueso del pie o brazo. Lunsong
Desconsolar o dar pesar a otro. Bitquit
Descubrirlo tapado. Biclad
Descubrir volviendo lo de arriba abajo ut en arca. Bungcal
Descortezado ut árbol fruta etcétera. Acuat
Descocido o desbaratado. Tastas
Descuidado. Bantay
Descuidado o negligente. Bangay
Descuidarse. Amac. Amalang
Desde. Ybat
Desdecirse o deshacer lo hecho. Baui
Desdecirse o volverse a otras. Manda
Desde que. Tambay
Desechar o dejar caer de propósito. Balag
Desenvainar o arrancar. Bagut
Desembarcar la tierra o subir del monte al valle. Saca
Deseo o afición. Nasa
Desde fallecido. Lungay
Desgajado apartido de arriba abajo ut rama. Sangal
Desgajado ut rama de árbol. Gapi
Desgajado ut rama de su árbol. Lapi
Desgranar con los dedos. Piro
Desgranar el palay espiga por espiga como haciendo duman. Quisquis
Desgranar con los pies ut arroz. Lugus
Desjarretar. Litid
Desierto o despoblado. Ylang
Deshilado ut ropa por la orilla. Bitas
Desigual. Acting
Desigual ut mal cortado de tijeras. Biquit
Desigual ut cordel delgado por una parte y grueso por otra. Galting
Desigual a otro. Yling
Desigual y áspera ut acusar montarrones etcétera. Salat
Deshincharse el tumor. Acpa
Desliarse de entre las manos o desatarse por ti. Anudo. Lapso

Grito a quien riñe. Alintuan
Gritar echando fieros. Bullao
Gritar llamando de lejos. Culauit
Gritar recio como quien padece violencia y pide favor. Culisac
Gritar ¿. Cullao
Gritar recio ut llamando riendo o llorando. Laliac
Gritar clamando o quejándose. Yiac
Gritar la gallina ut cuando la cogen. Qucac
Grueso en redondo del arigue. Balalao
Grueso ut ropa o tabla. Capal
Grueso del cuchillo contrario al corte. Piling
Gruella. Tipol
Gruñir como entre dientes. Bolong
Gruñir el perro atado o por que le cascan. Cangcang
Gruñir el puerco y la gente. Guicguic
Gruñir el puerco con los gruesa. Gocgoc
Gruñir o refunfuñar. Vide. Yring
Gruñir entre diente y quedara así hablando los que han reñido. Ytim
Gruñir el puerco ut pidiendo comida. Ngicngic
Gruñir lo todo ut por cuitades. Surit
Guardar bestias. Alaga
Guardar o centinela. Bantay
Guardar o vigiar ut pastor ganado. Cumit
Guardar algo en el regazo del tapis o en el seno. Puso
Guardar ut enarca o poner arrecado. Simpan
Guardar la mercaduría para que se guarde su precio. Tinggal
Gubia instrumento de carpintero. Licug
Guebos de peces. Puga
Guebo estéril que aún sea comestible no sabe guebo. Buguc
Gueco del gaón güero o árbol . Culuung
Gueco de árbol. Calubcub
Levantamiento de Ilocos y Pangasinan

[jarro] como dicen. A la oración pedí una [vaca], que fue bien mala la
que me dieron por la prisa. Y fue forzoso mudarla [en Dalangdang]
y con seis indios con armas. Fui en busca del alguacil mayor que
encontré justo [a Dalangdang] hacia a la Amianan que venía
hacia acá. Llegamos a Bauang antes de amanecer y no hallamos
más del gobernadorcillo porque todo el pueblo [se mudó]. Luego
que yo salí, trataron de esconderse. Se tocaron las cajas y se pobló
otra vez el pueblo y se dio aviso a los de Agoo de la
llegada del socorro tan desgraciado como este fue. Y todos los principales
de aquel partido podían [llegasen] hasta Agoo por el miedo
que tenían del zambal. Hasta [Dalangdang] llegó el padre prior de Agoo
Fray Luis y yo le mandé [que] se volviese, que yo iría a Agoo. No se fue ocasión
de algún disgusto. Y dijo el alguacil mayor que bueno fuera también
que el padre Fray Gonzalo y padre Fray Joseph Polanco no pasasen, pues
bastaba yo para confesarlos a ellos y que menos tendrían los
indios que cargar. Y así le di un recaudo al padre Fray Luis para
los dos padres en esta forma porque no sabía yo [que] venía por
segundo visitador, y con consulta de guerra que decía [que] habían
hecho en que salió que el padre Fray Gonzalo viniese con el alcalde
y el señor obispo y padre visitador se quedasen allá para la
disposición de todo. Y así después de haber escrito el padre Fray Gonzalo
una exhortación a los indios, me escribió a mí que él venía
por la audiencia y que si yo no gustaba, se volvería pues en todas
partes. [era yo vecino pl]. Aunque en su opinión era muy al contrario, pues
se tenía por segundo visitador, y aunque parece [que] importa poco recibir
de esto, es de tanta importancia que todos los disgustos pasados se han forjado
de estos principios. Porque toda la provincia sintió mucho el que
queriendo el padre Fray Juan de Ysla acabar su visita al principio
del alzamiento. Salió el padre Fray Gonzalo dando voces en Bantay,
que «no hiciese tal», que «en tal ocasión era menester [que] gobernase
la provincia un hombre tal», dando a entender que su vuelto de

Llegados a Namacpacan, los indios estaban temblando los unos,
los otros, deseosos de no ver al enemigo que nos fue siguiendo.
Entre nosotros todos éramos votos consultivos y ninguno decisivo.
Digo que todo era hablar sin que se ejecutase cosa
por la poca confianza que se tenía de los indios, o poca disposición
de guerra. + En esto trataba yo de volverme a mi partido aunque
{Al margen izquierdo: + (Con mi carta de Bauang y otras nuevas que envió desde aquí el padre Fray Gonzalo al padre visitador, le obligó a hacer aquel despacho a Cagayan con el padre Fray Lorenzo que no pudo pasar; que esta carta que quieren haya sido causa de declararse por alzado Don Juan Magsanop. De esta carta trataré en otro lugar, dando razones bastantes en contrario.)}
había gran miedo cuando llegó una audiencia del padre
visitador para que nos retiráramos, pues no se obraba nada.
Pero venía condicional con que nos pareció: no dejar
al alcalde mayor ^ porque se había de quedar solo. Los demás
{Al margen izquierdo: ^ Don Alonso de Peralta}
religiosos, decía el padre Fray Gonzalo de la Palma que se retirasen. Y así
escribió al padre prior de Narvacan. Que, habiendo sido el portador
y se quedó en Tagudin, que si no había [audiencia] para el [señor viejo]
para que se retirase, que se la pusiese el que bien podía. Porque
el [padre] segundo visitador le daba autoridad y no [pudo].
Y ha sufrido. Y le dije que no podía.) Llegaron nuevas que
estaban los zambales ya en Bacnotan y que eran 7000,
con que viendo la poca disposición y gran miedo de los indios
venimos en que nos fuésemos. Llevamos de camino al
padre prior Fray Pedro Dasmariñas que llegó hasta Candon porque no
tuvo mucha gana de pasar adelante ni gente. En fin Fray
Gonzalo de la Palma pasó hasta Bantay. Y juzgo [que] diría al padre visitador
que yo les había insinuado; que había hecho muy mal
mandar retirar a los religiosos sin consulta del señor obispo[.]
El padre Fray Cosme de [Ayz], Fray Joseph Polanco, Fray Joseph de Sotomayor
prior de Narvacan y yo nos detuvimos allí. El de Tagudin
se volvía a su casa y encontró los zambales en Santa
Cruz que le hicieron buen pasaje y le pidieron [que] escribiese
al padre visitador que se volviesen los religiosos a sus conventos
para que los pueblos tuviesen misa. Después se fue al
monte el Padre Mariñas por no tener quien le asistiese en el

en el pueblo, estando los demás en Narvacan. Llegó el padre Fray Benito
de [Mena] muy arrestado y con carta del padre visitador en que nos mandaba
a todos los religiosos no fuese nos a Bantay, pena de
mal [caso]. Y a los de la Amianan, que es a la parte del norte, envió al padre prior de Sinait
(aunque solo diga si yo gobernara muy diferente, mandara yo). Dijo
el padre Fray Benito era para hacer consulta para embarcarnos
todos. Entonces, hablé a los padres y les dije que el primer vos
era el mío por vuestro [p.l] y que [a] mi parecer, había [de ser] que cumpliésemos
con nuestra obligación. Pues sería gran desdoro de la
religión que se dijese que sólo para el oro queríamos ser ministros,
dejando nuestras ovejas en tiempo de la tribulación. Todos son
testigos y aun dijeron [que] me seguirían. Y en [día] dije al padre Fray
Benito que me refirió una fuerza de que trataba el padre visitador
para defendernos o para por tales como fue, que íbamos
perdidos. Y más cuando le oí decir había escrito también llamando
al alcalde y Don Alonso [Solibuen] que estaban en
Agayayos, adonde [paró] de la fuga y en donde le advirtió
el padre Fray Gonzalo [que] importaba toda su reputación [que] asistiese, y que
entre los dos, había habido voces sobre esta retirada o fuga que
se intentaba. Y que el padre visitador le había dicho al padre Fray Gonzalo
que aquello importaba y que él sabía bien lo que hacía. Llegamos
todos a Bantay y [Somalo]. En esto hubo nuevas del
socorro de Cagayan con que fue todo alegría. Y [ser lejo] la llamada de los
padres de la Amianan, y os [onlose] blasonar a algunos desde la cama.
Dije a mí sé yo, a fe que si hay nuevas del zambal que será otra
cosa, como sucedió que todos se [herbaron] y fueron llamados
a Vigan del [y] obispo. Yo no pude ir adonde no se trató cosa
de importancia. Y en cuya ocasión, dio el padre visitador licencia
a los padres para irse adonde quisieren, y en fin, [decía]
era de parecer el señor obispo podíamos en esta ocasión dejar
nuestras ovejas. No lo pude sufrir. Y desde la cama le escribí dos
letras [holgarame], viviera y refiera la carta, solo digo.

posta y les llevé un tibor para que fuesen por agua al río. Era buena
gente y obedecieron. Y yo entré mi tibor de agua en la iglesia con
que se conmovieron todos los indios. En fin hicimos traer el padre Fray Cosme
y yo hasta seis tibores de agua con que se refrigeraron los más necesitados
y se sosegaron otra vez hasta la mañana. Todo aquel día, se hizo la
misma diligencia que el día antes, dándoles de comer y beber. Y era
cosa notable que muchos zambales traían morisqueta y carne
asada y nos la daban para repartirla a los encerrados. Y este día
comenzaron los zambales así sacando de la iglesia indios a toda prisa.
En fin, pedimos al sargento mayor Don Jacinto Macaraeg que los dejasen
ir a sus casas que allí perecían de sed y hambre y hediondez. Además
que mejor les servirían allá y todos pasarían con más descanso.
Por la [mañana], domingo, salieron todos de la iglesia (adonde
no se dijo más misa del primer día, ni aún tocando los zambales
mismos a la oración les seguíamos sino que después del rosario
que siempre se rezó, hasta en el campo rezábamos la oración). A
la tarde, nos dejaron la casa libre los principales, y [los] principales
que los llevaron a sus casas habiendo hecho primero gobernador
del pueblo el zambal a Don Juan [Calibozo]. Y desde entonces, cada
zambal procuró coger los esclavos que pudo. En la iglesia
se habían quedado los sacristanes y en el mismo baptisterio mataron
a uno y [funa], quitando la ropa de la sacristía, y a otro negro
que se quitó [vala] de la iglesia le llevaron medio carrillo de un
golpe. Vino, huyendo a nosotros y mientras se pidió licencia para
ir a confesarle. Le llevaron detrás de la casa del señor obispo
y queriendo bajar el padre Fray Gonzalo supo le habían acabado. Solo
los tres referidos vimos heridos, que los demás que mataron que
fueron muchos. Pues solo de Bantay dice el padre prior [faltan] 80.
Era allá donde no los veamos. Si bien los cuerpos dejaron
tendidos. Los de algunos en el [arenal] y camino que cuando pasamos
a Narbacan vimos con harto dolor de nuestros corazones. Después
de esto, toda era bulla [de] arcabucería [y] repique de campanas así
en Bantay como en Vigan. Y [para] nosotros todo era desconsuelo. Habían
los indios de Vigan traído sus cajas y ropa, unos debajo de casa
del señor obispo, otros puesto la arriba. Sobre esto había gran

Tampoco el padre prior de Laoag se ha escapado de testimonios, pues
publicaban los españoles [que] había echado de repartimiento en su pueblo
el oro que dos principales de Laoag habían dado a Magsanop, habiéndoselo dejado
el padre Fray Luis para que se le guardasen o para una custodia que
nunca se hace. Lo que supe fue que se lo pidió a los dichos principales,
supuesto que su oro de ellos no lo habían dado al enemigo, que no
era razón [que] perdiese él el suyo. Y ellos lo buscaron como pudieron
o lo habían concertado cuando se determinaron a entregárselo al
Magsanop. El segundo testimonio era acerca de pedir licencia
para enterrar la cabeza de Bisaya porque había llevado [15] tres. Y
dice su madre no hay tal otro acerca de una confesión y declaración
de un ahorcado, siendo así que fue otro su confesor. Por aquí
puede vuestro reverendo padre nuestro conocer que verdad tendrá lo demás.
En lo de Don Ysidro me aseguró que el padre prior de Manila
Fray Antonio [Carrión] le había ofrecido el hábito y rogado le con él. Yo
le aseguré que dado caso que vuestro reverendo padre nuestro le diese el hábito, no le daría
licencia para tomarlo acá por no ser sacerdote. Y que fuese a pedirlo
a la ciudad de Manila y que advirtiese que solía yo aconsejar muy
bien. Dijo que todos le facilitaban la tal licencia y que yo escribiese.
Lo hice de modo que le di la carta abierta, porque me pareció que con
decir, dependía de allá la aprobación, y que había dado acá prueba
o muestras del buen paño. Aunque significase la falta de religiosos,
importaría poco. Perdone vuestro reverendo padre nuestro si yo erré. Ya le
despaché con Dios.
Parece haber ya respondido en este proceso o [Paulin]
tres de vuestro reverendo padre nuestro, que la fecha de la última es a 17 de mayo. []
Me falta decir cómo avisé a la provincia de las muertes del Padre Quesada [y del] []
Padre Sarabia, y que entiendo vuestra reverencia que el padre Fray Marcos Zapata [no
lea] al Padre Medina, pues no es persona que trata de pleitos a []
entender, ni el Padre Medina le oye como lo experimenté en este [[vi]a]
La caja de los ornamentos quedó en Bantay para que el padre prior [lar]
habiendo ocasión. Pido a vuestro reverendo padre nuestro perdón del modo de [es]
que como es larga la carta, no se puede hacer traslado y como [salía]

impidiese. Algunos indios tuvieron ventura, que tenían su
oro en el pontifical del señor obispo. Y se lo escapamos porque con
el saco se dilató el viaje para la mañana. Y aquella noche aunque
el señor obispo se afligía con este oro, no nos fuese causa
de alguna desdicha. El padre Fray Gonzalo lo tomó, y en su pabellón
solo lo puso en seis [a] ocho bolsones y [nos] lo repartió a los
cuatro y lo [sacamos] en las faltriqueras. Yo llevé tres bolsones,
dos en las faltriqueras, y uno en la abertura de la
manga del jubón, habiendo andado a pie casi hasta Agayayos
desde Santa Catalina. En Agayayos, enterró el padre Fray Gonzalo la
mayor cantidad con que me aliviaron a mí. Y después, cuando
se volvió Don Gerónimo a Vigan, se lo entregamos lo que llevamos
hasta Narbacán y fue a desenterrar lo que había quedado en Agayayos
para dárselo a sus dueños. Este es el oro que quitan
los religiosos, pues a fe mía, que eran más de
200 taeles. Partimos por la mañana, viernes, a Santa Catalina.
Que ocho días estuvieron los zambales en Vigan, nos dieron indios
para nuestra ropa y caballos para nosotros, excepto el señor obispo que
fue en hamaca. Y al salir de Vigan, vimos los muertos y el
fuego que pusieron a Bantay y Vigan. Aquí solo quedó el [tamboboay]
del padre. En Bantay, el convento con su iglesia y una casa dejada
en las visitas de este partido a la Amianan habían quemado
a San Idelfonso. Pero quedó la iglesia, en el de Sinait a
Cabugao. Y quedó también la iglesia, aunque dicen no fueron
zambales los que pusieron fuego a este pueblo. Llegados a Santa [Catalina]
con nuestra ropa y dos petacas de plata de las iglesias. Que aunque
se las entregábamos a Don Jacinto Macaraeg, no las quiso sino que dio
indios que las cargasen. Iba yo por delante y quise que nos aposentásemos
en casa de Don Pablo de la Peña, que también ha muerto, ahorcado. Mas,
[vi] la llena de gente y ropa, y escarmentado de Vigan, pasamos
a otra casa de un principal que estaba ausente, y su casa
vacía. Subidos allí, vino Gumapos, y le pedimos de

comer. Y dijo que luego porque aún la gente andaba alborotada,
y era que andaban robando y matando. Vino después con una
olla de morisqueta y baboy, y el organista de Bantay que no sé como se
llama. Algunos [ongotes] que son cáscaras de [cocos] nos sirvieron
de platos y ricos vasos para comer y beber. Aquí me sucedió un caso
notable y fue que estando yo sentado con el señor obispo, se entró un
zambal en la casa desnudo, solo con su banque y con su baralao
y catana, preguntando no me acuerdo bien, si por el padre vicario provincial o padre
Fray Bernardino, por mí. En fin, me levanté y yéndome hacia él.
Con harto recelo, se hincó de rodillas y me dijo, «padre esto que hacemos
no es conforma a la ley de Dios y así perdóname y échame
una bendición». No sé lo que hice. En fin, se fue. Dios le haya dado
muy buen fin, o le dé buena muerte si viva aún. Allá a la
tarde, pusieron fuego a la casa de Don Pablo de la Peña después de
haberla saqueado y muerto en ella, no sé cuantos. Viendo pues nosotros
estaba cerca el fuego, bajamos la ropa abajo. Y luego vinieron
los zambales más principales y nos dijeron [que] [venía] ya el
fuego, que nos mudásemos. Y en fin, sin querer, cargaron ellos mismos
con la ropa y nos la llevaron a otra casa hacia el poniente
adonde fuimos, siguiéndolos. Subida ya la ropa a la
otra casa, pusieron fuego a otras casillas de la misma casa y
pedimos nos bajasen la ropa, adonde quisieron [perder] nuestra
petaca pequeña, pero subí arriba y yo la arrastré. Salió Don Jacinto
Macaraeg y, disparando un mosquete a pechos delante nosotros.
Echó un porvida de Don Jacinto Macaraeg y hizo apagar el
fuego. En fin, aquella noche pasamos en aquella casa y
fue tan dichosa por haber sido nuestro albergue, que ella sola con
otra grande, que está enfrente vivió o quedó libre con la iglesia
de todo el pueblo. Porque por la mañana quemaron hasta los tambobos
y nos obligaron a irnos debajo de un guayabo al sol. Y
para comer aquel día, fue menester saliese yo a pedir por
amor de Dios a los ranchos de los zambales, que acudieron
luego a traernos arroz, vaca y oveja que habían muerto una
del padre visitador.

de Narvacan, que los zambales no se atrevieron. Viendo, pues, [que] no había
remedio, [el] día del glorioso San Ignacio Mártir trataron de marchar
con todos los indios de Vigan, Bantay y Santa Catalina que llevaban
cautivos y pusieron fuego al pueblo. Fray Gonzalo, habiendo
ido al pueblo, vino diciendo [de nos] habían [de] dejar allí de ninguna
manera los zambales. Y volviendo a bajar por un recaudo del
señor obispo, habló al sargentillo mayor para que apagasen el fuego, que
fue de provecho. Que luego lo mandó publicar que no quemasen más.
En esto nos enviaron la gente que nos [había] de cargar. Y venía por
caudillo un indio de Bacnotan llamado Don Marcos Bugbugan.
El señor obispo, por lo que habíamos concertado, les habló en mal castilla
[que] echara de la tierra, diciendo que si los zambales no [se arremendaban],
aunque nos quemasen allí no saldríamos. Tomé yo la
mano y les aseguré [que] no saldríamos si quemaban o mataban
más los enemigos. Tanto que este principal dijo [que] iría [a] dar
parte al cabo. Y parándole los indios de cargar a aguardar
su orden, les envié con Dios y que de ninguna manera bajaríamos
del convento. Apenas dieron dos pasos cuando comenzaron
a correr y en fin nos dejaron [miraculoso], y se fueron todos.
Gumapos había salido por delante. Y cuando supo que nos quedábamos,
propuso que nos viniesen a arcabucear. Y Don Marcos Macasian
le disuadió, diciéndole que para qué nos habían menester. Aquí
[entró la mía], diciendo [que] ya se había acabado a los zambales la licencia
que Dios les había dado para castigarnos. Y que iban a dar en
manos de los españoles, como sucedió. Y el día antes se lo había
dicho a los Ilocos. Nos mirábamos unos a otros y no lo creíamos.
El señor obispo decía que aún no estábamos seguros allá. A mediodía,
desde el caballete de la iglesia, vieron nuestros muchachos (o
los criados, que yo no tenía ninguno, pues el que me dio Gumapos se
quedó con él al salir de Vigan) que había gente a la parte
del oriente que eran los de Narvacan. Enviamos al padre Fray
Cosme y aunque habló con ellos no le creyeron porque habiendo enviado

Un candelero pequeño, una cruz del pendón. De un cirial falta
la cuarta parte, y el otro cirial la una parte. Un cáliz con su patena
más dos patenas. Una campanilla del cáliz de la custodia. Una
lámpara más las cadenas y remate abajo, que era como piña de
otra lámpara. Las cadenas del incensario y cuchara. El acetre
e hisopo. Unas vinajeras. Una salvilla esmaltada. Un [sahumerio]
que es más cantidad de la que dice el padre prior que falta, que es conforme
a la memoria de los sacristanes [que] me han entregado.
Oro
Una gargantilla de La Virgen con [ciriales] y esmaltada curiosa y
costosa. Una poma con su filigrana y cadenilla de que pendía.
Unas pulseras de oro grandes con [sobretoca]. Unos zarcillos esmaltados
con sus aljófares. Un rosario esmaltado ^ encadenado
en plata. Cuatro anillos con sus piedras.
{Al margen izquierdo: ^ engazado}
Ornamentos
Frontales, 15. Casullas, 9. Capa, 1. Paño de hombro,
1. Paños de cálices, 7. Albas, 2. Amitos, 17. Manteles
de [Kalinga], 7. Quebraron dos aras. Faltan casi todos los
doseles y adorno de la iglesia, que se quemó, que era el mejor de la
provincia. El pueblo está bueno y todas las visitas con sus iglesias en pie.
Se salvó el retablo del altar mayor y los [caraterales] por estar fuera
y quitados por la obra.
Aquí no se ha perdido nada ni quemado, que fue el pueblo más
dichoso de todo con su visita. Pues no vio enemigos ninguno.
[Sinect]
Aquí sólo Cabugao sé quemó, pero la iglesia no. Y de esta
visita falta algo con un ornamento más blanco de raso
nuevo que no aparece. Lo demás está bueno.
Frontales, 12. Casullas, 13. Paños de cálices, 16.
Paño de atril, 7. Una copa. Bolsas de corporales, 5. Todos
los doseles. Un palio, una bandera, un pendón bordado.

Albas, 9. Manteles, 14. Dos sobrecamas bordadas y
curiosas, dieciséis. [Opus] de sacristanes con sus sobrepellices,
dos para el ministro. Palias, 6. Tres paños del altar
para la cuaresma. Banderas negras y paños de [himba]. Tres
cojines. Seis campanillas. Dos misales. 2 rituales. Y tres
cuadernillos de la orden. Aquí di el ornamento blanco con
las dalmáticas que vistieron sin collares y el frontal negro por
los [flucos], que lo demás no servía ya de roto.
Plata
La caja de las crismeras con una crismera falta. Una patena.
2 cruces de pendón. Dos vinajeras o un par. Dos salvillas
grandes. Otros dos platillos chiquitos. Dos cucharas a la cruz y
ciriales se faltan algunos tornillos. En las visitas falta
también lo más. Y habiéndose quemado los tres pueblos (Bantay,
Santa Catalina y San Ildefonso), no se quemó ninguna iglesia.
Se quemó medio pueblo y no falta nada del convento. De las
visitas quemadas, lo más que valía poco. Y unas crismeras
o las de todas.
Plata
Una crismera. Una vinajera. Un vaso.
Ropa
Frontales, 16. Casullas, digo mangas de cruz, 5. Velos
del altar, 3. 16 candeleros de palo. Un estandarte. Seis
ramilletes plateados. Y otras cosillas del ornato de la iglesia
no muy costosas. Se quemó convento, iglesia y pueblo, todo.
La misma escapó a sus iglesias y no falta (pienso) nada.

tan buen religioso como mercader valiera mucho. Él
vino al convento y se acabó todo, [si diera], porque entrambos
tienen [su piedra] allá, etcétera. Si bien el clérigo tuvo la culpa
y dio la ocasión, traté al padre comisario de lo del padre prior de Laoag.
Y le aseguré [que] deseaba [que] restituyese la honra a la provincia, pues
todos entrábamos, y que lo [que] pretendía era [que] dijese algunas palabras
generales delante Esteyvar. Y luego iríamos a
Batac, donde le llamaría. Y todos juntos pasaríamos a Laoag.
No se pudo componer así por las fiestas de la cruz. En fin, hice
con el padre prior de Laoag [que] me pidiese delante del general, [que] enviase
a llamar a los dos padres de Bantay y Batac para que
las fiestas fuesen más regocijadas. Lo hizo así y al llegar
el de Bantay a Batac me [recuestaron] del concierto. En
fin, les repliqué [que] si llegasen a Laoag, fuesen tan buenos
religiosos que obedecieran. Fueron recibidos del padre Fray
Luis y tratados con toda cortesía. Y se hacían las fiestas.
Y aunque dieron sus quejas le [desmenticuló] en lo que había
escrito. [Calló] tanto que lo notaron los dos padres. Y yo tomé +
{Al margen izquierdo: perdone vuestra reverencia este modo tan repetido en este proceso}
la mano y les advertí o insinué lo que vuestro reverendo padre nuestro mandaba, lo
que importaba la paz. Y en fin el padre comisario y el padre
Fray Gonzalo pidieron perdón enseñando al padre Fray Luis que
respondió que fuesen todos hermanos y que nadie se metiese
en los partidos ajenos. Todo el pleito es por Bacarrá, dije
entonces, como quien sabía en lo que tocaba el Padre Medina
que había de poner mandato al padre prior de aquel convento, que me
avisase si algún religioso mandaba allí hacer algo sin
su consentimiento. Por la [maña] me dieron los dos la queja.
Y Fray Gonzalo dio a entender [que] le importaba mucho a su [vecino] de
vuestro reverendo padre nuestro tenerle para la paz de la provincia, etcétera. Por el mismo
caso puse una audiencia para lo dicho al padre prior de
Bacarrá en la carta que escribí de aquí el otro día cumpliendo
con mi obligación y exhortando a todos a la paz.

Tengo de remitir a vuestra reverencia esta, en volviéndomela, aunque sea impertinencia.
Estando todos en Laoag con paz exterior, llegó carta del señor gobernador,
en que le decía al general que había sabido que entre los religiosos había diferencias, [y]
que procurase componerlos. Le respondí que avisase a su señoría lo que
veía por sus ojos, pues todos estábamos como religiosos y hermanos.
Juzgo [que] habrá escrito bien por ser bien intencionado. Desde que llegué
me dijo el general que se holgaría [que] hubiese un religioso que fuese [a] hablar a los
de Barra. Y en fin cuando estábamos allí todos, se ofreció el padre Fray Gonzalo.
Y tratamos de ir los dos, aunque no surtió efecto +. Allá dejé
{Al margen izquierdo: + habiendo asistido yo en Bacarrá una semana}
el padre Fray Gonzalo. Y dicen [que] fue a Bangui. No sé hasta ahora si han
bajado más indios, que cuando yo me vine aún eran pocos. Hablo de
los que andaban escondidos, que son las visitas de Barra, Bambán,
[Babuyan] y Bangui. Que en Bacarrá, Pasuquin y Vintar pocos faltan.
El padre comisario se volvió a su convento aunque dicen quejoso de mi y
que no había yo hecho nada. Mire, vuestro reverendo padre nuestro, ¿quién será poderoso
para que otro diga públicamente que es un mal fraile, y que los otros
son unos santos? Etcétera. Al volverme escribí al padre prior de Laoag hablándole
al alma. A que respondió el párrafo siguiente, que enseñé al padre prior de
Bantay. Sus consejos de vuestra reverencia son buenos, saludables para lo temporal
y espiritual. Y yo, como no me gobierno por espíritu malo sino
por la ley de los católicos, temía en el primer día que el caso sucedió[.]
Hecha esa diligencia ante el prior, y pedido le perdón del mal ejemplo,
y dicho le [que] se lo atribuí a mi cólera y no a razón —pues en un
sacerdote no la podía haber para semejantes razones y cóleras en
las causas de las demás— no me meto, pues, para que otros se precipiten. No me
[perderé] yo. Y créame, vuestra reverencia, que deseo salvarme y temo a Dios. Sintió
mucho lo del espíritu maligno de su carta de vuestro reverendo padre nuestro, a quién
suplico [que] le consuele con sus cartas, dándole las gracias de la composición
y a los dos padres Fray Juan de Ysla y Fray Gonzalo de Palma, que
cierto anduvieron como religiosos. Y tocante a las cosas que
se han dicho y que vuestro reverendo padre nuestro escribió a la provincia, y averiguado [este] testimonio,
lo primero el padre visitador no abrió ningún [fardo] como lo atestigua el
Capitán Simón de Fuentes, ni le entregaron oro los zambales. El
religioso de Santo Domingo Fray Diego Serrano sí que le dio al padre visitador
un tejuelo que le aseguró podía aplicar a la iglesia. Y después

[que] no pudo esta carta alcanzar al enemigo, aunque digan. Respondió al padre Fray
Gonzalo que se guardase porque no le podía asegurar de los [calanasas] +. En lo de
{Al margen izquierdo: Tuve hecho memorial para pedir estas cartas que decían [que] las habían cogido. Pero [por] asegurarme el General Esteyvar no las había visto. Y los intérpretes lo dejé.}
ayudar a las viejas de Bacarrá fuera obra de caridad, mas sólo un poco de
oro que le trajeron o enviaron les tiene. Y desde principio las desengañó como
lo confesaron delante mí, además que para ayudarlas o había de ser por escrito
o de palabra. No ha pedido por ellas al general ni le han metido petición [g.o].
Tocante a la escribanía del difunto, el mismo padre Fray Luis, preguntando
yo a la india delante de él por [la] escribanía que le había entregado el difunto,
dijo [que] la había llevado el enemigo. En este punto, padre nuestro, me dijo esta india
[en andarse] que este oro del difunto, por concierto y gusto de los principales,
se lo habían dado al enemigo. No sé si le movió a decir esto el asegurarle
yo [que] lo había de pagar o si es verdad. Desde entonces propuse el dar parte a vuestro reverendo
padre nuestro para que avise lo que se ha de hacer. Y ahora pido a vuestra reverencia [que] esta comisión vaya
al padre prior de aquel convento, Fray Joseph Polanco, porque puede ser ocasión de
disgustos siendo otro de él que haga la diligencia. Y [que] le encargue vuestra reverencia [que] cobre y
busque lo restante del difunto para el Convento de Manila. Porque cuando [fui]
allá arriba, me dijo el padre comisario [que] tenía ya remitido todo lo que se había
a Manila. Y [que] no trate más que del oro. Y desde aquí no puedo negociar
y volver allá es muy trabajoso. Yo escribiré en estando desocupado [que] al
padre Fray Joseph Polanco vaya descubriendo campo mientras le llega la orden
de vuestro reverendo padre nuestro. Repartí la pimienta, libros y ornamentos por la provincia.
Y desde Narvacán y Bantay remití al padre prior de Tagudin todo lo que vuestro reverendo
padre nuestro le hizo merced, que ahora me ha socorrido a mí de ello mismo. Está ya
bueno, si bien no puede dormir, que es su mal antiguo. En lo del Padre
Polanco, que se queda en Bacarrá, vuestro reverendo padre nuestro lo habrá [mirado] bien. Pero
si yo pudiera hablar a vuestro reverendo, pienso [que] había de ir el padre Fray Lorenzo, aunque
se ha holgado mucho, porque por los españoles que están allí estaba ya
arrepentido. Y por mi parte me huelgo tenerle cerca, que es buen [colateral],
el padre Fray Cosme mudó de parecer y se queda en Candon. Conque al padre
Fray Luis de la Fuente di patente de [vicario] prior de Purao. Y para [Mariñas]
es mejor, que en fin es mozo y se pueden ayudar. A Laoag envié
al padre Fray Benito de Mena porque fue él que pidió el padre prior de aquel convento.
Juzgo [que] lo hará bien ahora con él. Al padre prior de Bantay escribí que si
gustaba del padre Fray Joseph de Sotomayor se lo enviaría, aunque me quedase
solo, que algún interés ha de tener su vicario de vuestro reverendo padre nuestro.
La verdad, sea que yo enviando vuestra reverencia religiosos a la provincia que se pasará muy mal
Información y averiguaciones sobre la Santa Cruz que fue hallada en esta jurisdición junto al estero de Mapana y que dicen se cayo del cielo en 1618. Por los padres Fray Juan de Medina y Fray Gaspar de Vitoria. 1619

El canónigo Manuel de Rivero juez
provisor y vicario general en este obispado de
Cebu por el reverendísimo señor
Don Fray Pedro Arce obispo de este
obispado y del consejo de su majestad,
certificó de verdad como su señoría reverendísima
hico, digo, empezó a hacer averiguación
sobre la cruz que faltó del
santísimo niño Jesús del convento
del señor San Agustín de esta ciudad.
Y al cabo de pocos días su señoría se partió
para la visita y me cometió hiciese
la dicha averiguación. Venidos los
testigos que se habían ido a llamar
a Bantayan y a otras partes y venidos
a una Juana Camagi se le dio
y tomó juramento si sabía quién tenía
la cruz que había faltado. La cual dicha
Juana Camagi dijo que ella la había

visto en poder y manos de una Isabel,
la cual estaba en ofensa de dios con
un esclavo del Padre Prior Fray Joan de
Montemayor, llamado Jacinto, y lo mismo
juró otro testigo de esclavo del convento,
llamado Manuel, el cual la vido en poder
de la dicha Isabel, que se la había dado Jacinto,
esclavo del padre prior, y con estos
dos dichos se envió a llamar a la dicha
Isabel al pueblo de Bantayan, a donde
estaba desterrada. Y preguntada que
había hecho de la cruz, la cual, aunque se
puso a cuestión de tormento y le apretaron
los cordeles, siempre negó.
Y después de todo esto fue llamado un esclavo
del convento, llamado Tomás, sacristán,
el cual preguntado por la cruz confesó
de plano que él la había hurtado y que
a él se la hurtó Jacinto, esclavo del padre
prior, el cual la dio a Isabel su amiga.
Y preguntado este Tomás, que había
hurtado esta cruz, en que tiempo había