Malong
- Title
- Malong
- category
- People -- Indio or Mestizo Government or Military Figures
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- Malong
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- 32179119
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Información del gran milagro del pueblo de Caysasay [Casasui], 1619

{Al margen izquierdo: Testigo. Doña Clara Datinguinco, natural de Balayan, vio con claridad a la Virgen con su precioso hijo entrambos con coronas y música y olor. Dimaroloc.}
En el pueblo de Balayán, en veinte días del mes de
octubre de mil seiscientos diecinueve años, el padre
prior juez de esta causa para la dicha información hizo pare-
cer ante sí a una india, que mediante el dicho intérprete
Bernardo de Landecho, dijo llamarse doña Clara Datingui-
noo, mujer de don Marcos Dimaroloc, gobernador de este dicho pueblo del cual
fue tomado y recibido juramento por Dios Nuestro Señor, sobre
la señal de la cruz, según forma de derecho so cargo del cual pro-
metió de decir verdad. Y siendo preguntada al tenor
de la comisión de Su Señoría del señor obispo del Santísimo Nombre
de Jesús, dijo que, un sábado, poco más de un mes, a la hora de la
oración, estando en oración en el dicho lugar de Quisasay, donde
se dice haber aparecido la Virgen gloriosa otras veces, vio en la
cuevecita que se ha dicho está junto a la raíz grande de
un árbol a la Virgen gloriosa, que tenía de altor más
de un palmo con toda la claridad, vestida a su parecer
de colorado con manto azul, y que tenía en sus bra-
zos a su precioso hijo, el cual tenía en la una mano una
como bolita redonda, teniendo la otra mano alza-
da como para bendecir a los que allí se llegaban. Y que
juntamente oía por el dentro, a su parecer, una música muy
suave a su oído, y afirma también haber percibido un olor
tan suave que no sabe a qué compararlo, ni cómo decir-
lo. Y dice también percibió con claridad tenían
coronas en las cabezas muy resplandecientes.
Dice estaban con ella dos indias de este propio
pueblo de Balayan, llamada la una doña María Ca-
litangan, y la otra Isabel Dimalongsan y otras perso-
nas también de cuyos nombres no se acuerda ni
de qué pueblos fuesen. Lo cual dice le parece duraría
un gran rato; y esto es lo que sabe para el juramento
que tiene hecho, en que se afirmó y ratificó. Y no firmó
y dijo ser de edad de treinta y cinco años.
{Al margen izquierdo: Testigo. Isabel Dimalongsar, de Balayan, vio a la Virgen después de haber ayunado y orado e ídose a confesar con este deseo.}
Luego incontinente, el dicho padre prior para la
dicha información hizo parecer ante sí a una india

{[312] 397} 15
citada por la dicha doña Clara Datinguinoo, que
mediante el dicho intérprete dijo llamarse Isabel Di-
malongsan, natural de este dicho pueblo de la cual se tomó
y recibió juramento en forma, y siendo asimismo preguntada
dijo que, aunque es verdad estaba en compañía
de la dicha doña Clara Datinguino, que es el testigo que
la cita pero que cuando la dicha doña Clara dice
que vio a la Virgen gloriosa, ella no la vio; más
de que tan solamente oyó una música muy suave
que le parece era dentro de la dicha cuevecita, y per-
cibió también un muy suave olor en razón de lo
cual por oír a la dicha doña Clara había visto a la
Virgen gloriosa, ella se entristeció grandemente y lloró vien-
do no era digna de recibir tal merced por sus muchos
pecados, doliéndose de los cuales propuso luego de ir-
se a confesar al pueblo de Tal como luego lo puso
por obra con muchas lágrimas, y como en el dicho pueblo
hallase que los religiosos del convento estaban en las
visitas se volvió con mucha tristeza y lágrimas al
dicho sitio de Quisasay, donde habiendo lunes y martes
con ayunos y oraciones, suplicando a la Virgen gloriosa
que alcanzándole de ellos perdón de Nuestro Señor,
se dignase de mostrársele. Y así dice que finalmente
el miércoles a prima noche, estando en oración vio
a la Virgen gloriosa. No todo el cuerpo sino como
de los pechos arriba, que le parece tenía en sus brazos
a su hijo precioso, aunque de él también no echaba
de ver más que del pecho arriba. Y dice percibió te-
ner en sus cabezas, madre e hijo, una corona relum-
brante el uno y el otro, y que duraría esta visión
un gran rato, con que desapareció quedando ella
dando gracias a dichos por semejante merced.
Levantamiento de Ilocos y Pangasinan

Levantamiento de Ilocos y Pangasinan
[a vuestro] santísimo sacramento
Padre nuestro
Necesario es se arme [vuestro señor] padre nuestro de paciencia
porque va de [contó] y [como la gracia es de que alegó]
esfuerza [en fade], aunque se puede tener por
evangelio chiquito. Alzados los zambales que
dicen fue de repente y por el consejo de un mal
viejo que se lo persuadió a Malong. Aunque entiendo
ha sido concierto y trato muy antiguo cuya
disposición se atribuye a la desvergüenza de los
pampangos. Fueron a matar a Campos y alcalde
mayor. En esta ocasión había enviado el
padre prior Fray Luis de la Fuente unos indios a Lingayen.
Y de vuelta [que] vinieron huyendo, nos dieron la
nueva que encontró el padre Fray Luis en este
río de Bauang. Y cuando se iba a Agoo y me
trajo el papel muy afligido, yo le dije podía
ser mentira. Apenas llegó a Aringay cuando se
volvió con deseos de irse a la [amianan]. Procuré
detenerle, persuadiéndole decía asistir a sus ovejas.
{Al margen izquierdo: español llamado Fray Campos
Don Pedro Hidalgo muerto
por los zambales en Pangasinan
Avisó de esto Fray Luis al alcalde mayor de
Ilocos, y a la noche traté de que se volviese
a su partido con Don Pedro Hidalgo y una carta
para los principales de Agoo para que tratásemos
de defendernos de los zambales. Por
la mañana pasó [la un] del Malong con que

[nasaba] a las provincias de Ilocos y Cagayan sino se alzaban y
mataban a los españoles, sus enemigos como lo había hecho él
en su [provincia]. Con que Don Pedro Hidalgo dijo no quería ir al partido de
Agoo con el padre prior, sino que iría solo a saber lo que había porque
no quería le echasen la culpa ni sucedía alguna desgracia. Me pareció
bien. Y después de esto di licencia al padre Fray Luis para que se
fuese a la Amianan con el cobrador del colegio que era un mestizo
que había venido huyendo desde Lingayen de la furia de los
alzados. Salió de aquí a [27 de diciembre de 60] a mediodía. Y
cuando entendí [estaba] ya en [Bacnotan] a la noche, recibí un papelito
suyo pidiendo vino y hostias para decir misa por la mañana sábado
día de la expectación de nuestra señora en Bulanao, adonde le había
detenido por haber enviado por una petaca y [escrivanir] a
{al margen izquierdo: [ojo]}
Aringay donde tenía el santo niño (con quien se abrazaba después
aquella niña cuñada de Pulido cuando Malong la
quería violar). Si bien le costó al padre prior Fray Luis muy caro, pues
fue causa de que Gumapos le pudiese dar alcance y matar al
español nombrado, se llegó la mañana que era la tercera misa
de aguinaldo. Y estando reconciliando unas indias que habían de
comulgar, comenzó a gritar en la iglesia esta vieja [inan] da
risas. Acabé de confesar a las indias y comencé a reñir a la
vieja que me había inquietado. Y muy triste respondió "Estaban
ya los zambales en el río. Me fui a la puerta de la iglesia
e inquirí quienes habían llegado que era un principal de Aringay
llamado Don Juan Cabangon y otro indio de aquí que había ido
con Don Pedro Hidalgo que no nos pudo avisar porque los zambales
de Gumapos guardaban el camino y se vino con ellos.
El de Aringay me dijo "había venido [cuando] que hacían los
enemigos con nosotros con deseos de morir antes que dejarnos
hacer mal". Me fui a decir misa con la mayor devoción
que pude. Y acabada vino Hidalgo y el de Aringay
y la vieja con ellos a besarme la mano. Y preguntándoles
qué había de nuevo, respondió que [hubo luz cabar] los zambales
al mestizo. Y que si tenía armas en el convento

besado la mano, le pregunté qué era la causa de su mala venida y dijo
que era enviado de su suegro a buscar el español. Y luego
comenzó a tratar del padre Fray Luis. Y que, porque le había yo ahuyentado,
le respondí que él se había ido con deseos de confesarse
con el padre Fray Joseph [de dicho misar] a Bacnotan (donde le había
yo enviado para que aquel pueblo, por ser grande, tuviese [habier]
misas de aguinaldo y fue [dichoso] porque sólo un Zambal
medio loco llegó allá). Salió luego Gumapos con que le
había de pagar la vida del padre Fray Luis en 500 pesos. Respondí no
los tenía, que no los tenía, que me llevese la cabeza [o cuvo] por su
esclavo, y era en ocasión que parece que el [corazón feliz estaba]
saliendo según lo que le palpitaba. Dijo después como había ordenado
[le trajesen] al padre Fray Luis y al castillo. Le respondí que hiciese
su gusto, entendiendo ya estarían muy lejos y ya estaba muerto
el uno, y el otro venía revestido a pie desde Balanac,
que aunque dice el padre Fray Luis que se pudo huir, no quiso hacerlo
por no dejarme solo. Pero se armó de las vestiduras sagradas
que causaron espanto no a Gumapos sino a los
negrillos infieles pues dicen dijo uno que como le podían matar
estando de aquella manera, no porque lo habían de hacer pues
no tenían orden, ni para quitarme a mí nada por la merced
que Malong y sus vasallos me hacían. Pero Gumapos
llevado de la codicia fue contra esta orden. Si bien pudo llevar
más y con diferente estilo, volviéndose pues a mí,
Gumapos me dio la vida y que antes había él de morir que yo
pero que le diese algo para sus soldados. Después de muchas
razones le ofrecí 20 pesos, y no queriéndolos, le di la plata que tenía
en la escribanía que eran otro 60 pesos más o menos. Dio una palmadita en la
frente y se acordó de dos petacas que había aquí dejado
el padre Fray Luis que, por negárselas, entró en la celda y [despertó]
y abriéndole cajas y petacas, fue poco a poco pidiendo

y quitándome con la plata hasta valor de 300 pesos
con un molimiento notable y aportando conmigo en que me
aseguró estaban alzadas todas las provincias y otros mil
desatinos. Ya dándose de nuevo otra palmadita en la frente
hasta que llegó el padre Fray Luis, avisando pues me dejó. Y el
indio de Aringay llamado Don Juan Cabangan que siempre le asistió
me dijo no bajase y me metiese en su celda. Lo hice así
pero oyendo hablar recio a Gumapos con el padre Fray Luis en
la iglesia, no lo pude sufrir. Y desde la puerta que va al
coro le reñí. Me dio un grito, diciendo, "¿Ya no te he dicho padre que
te estés en la celda que tú no entras en este pleito?", me
[dijo]. Por no irritarle más, volví por la ventana a hablar
hasta que el padre Fray Luis me envió a llamar para reconciliarse
y entonces bajé. Y después nos subimos todos
juntos con Gumapos ya muy amigos porque ya le había quitado
todo el oro y más otros ocho taeles, para que ofreciese un
poquito un principal de [Boralno] llamado Don Guillermo
Cortés con harto disgusto de Gumapos y la vieja de aquí.
Aunque de él que tenía de acá le pagó. Y después volviéndole
el padre de Gumapos, llamado
{Al margen izquierdo: Don Miguel Carreño, padre de
Don Pedro Gumapos}
Don Miguel Carreño [que viéndole]
[previo] el alcalde de Ilocos me satisfizo el padre Fray
Luis y a la vieja que había dado [tres y medio] en estas confesiones
vino a mí el Cortés y me dijo ¿qué habían de
hacer porque si firmaban lo que Gumapos quería, iban
contra el rey, [y] si no los mataría pues ya no tenían defensa
ni había gente en el pueblo? Le respondí [sin mayor]
harta que hubiésemos socorro. En fin al otro día se fue
Gumapos habiéndose despedido de nosotros y habiéndole ya
dicho no dejasen la fe, pues dado caso que Malong pudiese

acabar con las costillas, no podría llegar a Dios que nos había
de juzgar a todos, mandó al gobernador nos guardasen y no nos dejasen
salir ni al pueblo. Luego que pude, di aviso al padre Fray Juan
de Isla como [a visitador]. Y le pedí procurase con el alcalde mayor de
Ilocos enviar socorro a estos dos partidos porque estaban de buen
talante; y en la audiencia del rey nuestro señor si los socorrían. El padre
visitador lo hizo muy bien como se verá hasta lo último. El
domingo que Gumapos estuvo aquí y se fue no hubo a mediodía gallina
que comer. Pero después mientras estuvimos encerrados, hubo
sobra de gallinas y huevos todo de limosna. Y casi todo el pueblo,
en particular las mujeres, confesó y comulgó, y hasta los que fueron
cómplices o en compañía de los que mataron al español en Balanac
confesaron, o todos por mejor decir. Y algunos hicieron
penitencia pública arrepentidos de no haber [descorrido] y haberse
huido a la provincia de Ilocos. Y pero como Gumapos amenazó el gobernadorcillo
de muerte (y que nuestras cabezas y pueblos e iglesia
había todo de perecer) se ofuscó tanto juntamente con el miedo de que
no la matase Gumapos a su mujer que fue a ejecutar la muerte
siendo así que él solo, y por [ser] natural, no hará mal a una mujer.
Grande confusión teníamos el padre Fray Luis y yo en
no saber lo que pasaba con los padres en Pangasinan ni en Ilocos y Cagayan.
Porque de los de Pangasinan, sólo nos decían que estaban ya
todos en Lingayen, ya en sus conventos. De las dos provincias no teníamos
noticia de cosa ninguna. El padre Fray Luis trató de ir a ver lo que pasaba
por allá arriba, dejando el riesgo más cercano y me persuadió a
mí lo mismo,
{Al margen izquierdo: La víspera de
pascua en respuesta
[di] unas candelas que
me envió el señor
obispo, le avisé
de lo que pasaba y
al padre visitador y
alcalde mayor, la
cual carta remitió
su señoría al
gobierno.}
le deje salir la noche después que le llevó el
principal de Aringay Don Dionisio [Maricdem], que cierto se puso
a gran riesgo y fue gran fineza, y la mayor que a este indio en este
alzamiento, porque obrar contra orden expresa de Malong y
en favor de padre [ya se verá]. Al llegar a la barra de
Purao, encontró con el Alférez Lorenzo Arqueros alguacil

mayor de Ilocos que venía en una tropa de Ilocos a sacarnos
de la prisión y se volvió con él hasta Bacnotan donde
me avisó en esta ocasión. Llegó el alcalde mayor Don Alonso
de Peralta a Namacpacan con el padre prior de Batac Fray [Gracalo]
que venía por segundo visitador como dicen los monjes
con toda la autoridad del padre visitador. Y el Padre Fray Joseph
Polanco envió pues orden a su alguacil mayor (a quien había
hecho merced de teniente de alcalde mayor de esta provincia) para
que no pasase de Bacnotan. Tuve yo también aviso [que] venía
una tropa de Zambales y escribí al alguacil mayor lo que
pasaba; y que procurase venirse de presto e ir a tomar
puesto a monacillo que era sitio acomodado para defender
la entrada del zambal a estos dos partidos y provincia de
Ilocos; y que mi carta se la remitiese al mismo alcalde
mayor a quien después escribí en la misma forma pero
siempre a su disposición como [de la pan] experimentado. (Así
de advertir que viendo [llevar] el maese de campo Don
Lorenzo Peding a su prior el padre Fray Pedro Dasmariñas por
nuestra prisión, le pidió licencia para venir a sacarnos y
juntó gente, lo supe y le escribí, advirtiéndole que no tratase
[de virar] porque sólo mil zambales valían más
que todos los Ilocos juntos. Y que asistió con españoles y
arcabucería. Bastante sería bueno venir a buscar los
zambales y que esta carta pasase al alcalde mayor. Y así
se hizo y hoy en día lloran los indios el no haber hecho caso
de esta carta). Pero ahora como vi metido al alguacil
mayor de Ilocos en esta provincia y que para Malong habían ya
pecado los de este partido en haber admitido en Bacnotan
a los españoles e ilocos y juntamente que decían venían
los zambales a buscar lo que había guardado en el

el primer difunto que resucitaron los zambales fue el suyo.
Yo llevaba 300 pesos que me había entregado el padre visitador,
cuando los pude llevar al sampán y los manifesté. Y los enterró
el Padre Miguel de Quiros debajo de casa con la plata de
Tagudin y en la iglesia otra petaca llena de plata, toda
resucitó pero lo que no era de iglesia [vuestra]. En fin como vimos que
todos los entierros acertaban, escribió el padre Fray Gonzalo un
papel a Macaraeg para sacar la plata de Tagudin que aún no
habían dado con ella. Para que no hubiese disgustos, dispuso su [pestilencia]
de hallarse presente. Se llegó el tiempo del desentierro
que fue ocasión de dar el saco a todo lo que había debajo
de la casa del señor obispo con tanto ímpetu, que el padre Fray Gonzalo
subió más que de paso acompañándole un [hierón] de
Malong, al parecer buen indio. Y después, en otro acometimiento
que dieron a lo que estaba arriba en el cuarto de Don Gerónimo,
se echó por el corredor, o de miedo o porque quiso. Era [Flandes] [que]
[vio] los ladroncillos que subían a ver si podían agarrar
algo, y saliendo alguno de nosotros, se huían. Al principio
nos cerraban la puerta, no sé si por guardamos [o] [porque sí],
si bien siempre abrían si habíamos menester algo.
El jueves a la tarde dijeron que habíamos de salir para
Santa Catalina y nos trajeron indios para la ropa, y entró el
Conde Gumapos con deseos del saco a engañarnos con andar muy
listo, [triando] nuestras petacas para apartarlas y saber los
indios que habíamos menester. A mí me habían quitando todos los
muchachos, o por darme pesadumbre o por saber si había más
plata u oro. Y viendo uno que acompañaba a Gumapos, bajé
abajo y se lo pedí. Que fue el mismo jueves por la mañana,
y sabiendo de los otros dos, me los negó de miedo. Y estábamos entre
los dos componiendo la ropa. Y yo, buscando un papel de
importancia, y por detrás, un viejo endemoniado me quiso
la hamaca y pabellón +, y viéndolo yo se lo volvía a quitar. Y
{Al margen izquierdo: Por tres veces}
en esto, entró Gumapos, y la primera acción que hizo fue

grande. Llegó el señor obispo y nos fueron alumbrando hasta dejarnos
en el convento adonde no hallamos ni agua. Perecíamos de sed. Y el padre
Fray Gonzalo me dijo, «padre, ¿vuestro provincial, no iremos para agua?» Respondí que sí. Y [notició]
hacia los zambales como solía, sino a la primera casa junto al convento.
Hallamos agua y muy fría. Y diciéndole yo, «¿no iremos a buscar de
comer?» Dijo venía cansado y que en bebiendo, se iría acostar.
Después, conocí había algún recelo del Ama Don Jacinto. En fin, el
señor obispo tenía hambre, y a unos zambales que estaban abajo en el
patio, pudimos avisasen a Don Marcos Macasiam, y que nos socorriese.
Y allá a medianoche hubo vaca y morisqueta en que metió el
señor obispo bastantemente. El día siguiente, lunes y último de este enero
se pasó allí todo el ejército por esperar al sargentillo mayor
que estando aún todos en Santa Catalina. Llegó un sampán a la barra de Vigan,
enviado del General Ugalde de Lingayen, y trataba de rendirlo por
entender era el alcalde mayor de Ilocos, siendo así que había más
de 20 soldados en él. Lo dejó en fin y llegó aquel día a Narbacán
y halló en la playa una carta de su rey, el Malong, que si hubiera
llegado con tiempo, quizá no entraran en Vigan. Los indios nos dijeron
después lo que contenía. Y antes, llorando, dice el padre Fray Gonzalo [que]
le dio parte de este papel el mismo sargentillo mayor. Les avisaba
Malong de la llegada de los españoles a su reino. Si bien eran pocos,
que le diesen prisa para ir a matarlos a todos, y que se llevasen todos
los principales de los pueblos conquistados para que les ayudarán y vieron
juntamente su valentía contra los castillas (muchos papeles hubo de este
monstruo y el último que no pasaron los indios, decía quemasen
los pueblos e iglesias y se retirasen a los montes porque ya había
vencido a los españoles, que fue cuando se huyó, quemando
su pueblo). Aquí comenzaron los zambales a quejar de los de Narbacán
y que los habían de degollar a todos y quemar el pueblo, porque
les habían hecho traición y muerto mucha gente, y en particular
un tío de Gumapos llamado Don Miguel de Tabora. Y decía el
Conde Gumapos [que] le había llevado un principal de Narbacán diez
taeles de oro y casi cien pesos. Procurábamos aplacarlos. En fin,
enviaron la compañía de Ilocos por dos veces a buscarlos

padre visitador no le hubiese embarcado en el sampán— comenzó a
hablar mucho y decir no era ya su vuestra reverencia visitador por haberlos
dejado. Y luego en el convento se volvieron a tocar. Y en fin, porque
habiendo muerto un principal en Bacarrá, iba allí el padre
visitador —como él dice— por la limosna, cuando quizá iría también
a la averiguación del oro del padre Fray Joseph, si bien los visitadores
nunca vuelvan atrás a los conventos visitados sin causa
muy urgente. Y habiendo de haber vuestro padre en la [provincia], o pudiendo mandar
al mismo Medina que cuidase de este oro y lo demás, pudo
excusar el ruido que hubo de que resultó tanto daño a todos. Fue
por delante el alcalde mayor y hallaron ya en Laoag al socorro
de Cagayán, de que podemos decir post bellum, auxilium. Y Magsanop,
ya retirado —que hasta hoy no aparece— mandó quemar la iglesia
de Laoag en que no hizo mucho daño, pues [dado] [que] era viejo y se había
de derribar [a no faltar] ornamentos y plata. Los pueblos de
Bacarrá con la iglesia y convento quedaron libres. Y hay gente hoy
en día en Bacarrá, Pasuquin, Vintar, [Bambanglo]. Y el General Esteyvar,
después de haber andado montes y valles y [consoló] mucho a su
ejército, no pudo haber a las [moros], a los dos cabezas principales
Magsanop y Ambagan. Hizo castigo en otros culpados [ahorcando]
más de 90 en Bacarrá, Laoag, Dingras, adonde fueron
algunos enemigos. Pero aunque quemaron el pueblo, quedó la
iglesia libre. Y ellos pagaron con su vida allí su atrevimiento por
los tinguianes en Pangasinan. Mandó quemar Malong a Bacnotan
con la iglesia y convento. Y él mismo quemó a su pueblo
Binalatongan con convento e iglesia que era bueno. Hubo algunos desacatos
a las imágenes quitando cabezas a Santos Cristos. Y en Agoo una
imagen de nuestra señora la hicieron astillas para cocer la morisqueta
y haciendo cuchara de una mano. Al volverse los zambales
de Vigan todo lo profanaban y quemaban. Cuando llegué a este [convento]
no hallé nada pérdida considerable.
Se sigue la memoria de lo que falta de los conventos o iglesias.
Volviendo a repetir lo quemado de pueblos etcétera.
Padrón de los que se confesaron en el sitio de Palosapis en 1710

Nicolasina Nicolasa, su mujer, empadronada en el Barangay del dicho.
Catalina Vana, soltera, su hija.
Isabel Agbay, criatura, su hija.
Rosa Marota, criatura, su hija.
Ignacio del Rosario, viudo tributante, empadronado en el Barangay del Don
Tomás de Aquino del pueblo de Camiling, provincia de Pangasinán.
Agustina Quiño, soltera tributante, su hija, empadronada en el Barangay del dicho.
Nazareno Payomo, casado tributante, empadronado en el Barangay del Don Joseph
Malngangas del pueblo de Cabanatuan, provincia de la Pampanga.
Feliciana Bibayan, su mujer, empadronada en el Barangay del dicho.
Mateo de la Cruz, criatura, su hijo.
Inés Sugara, criatura, su hija.
Vicente Caniag, casado tributante, empadronado en el Barangay de Don Agustín Mabulay
del pueblo de Malongey, provincia de Pangasinán.
María del Rosario, su mujer, empadronada en el Barangay del dicho.
Joseph Macauay, criatura, su hijo.
Domingo Paulino, casado tributante, empadronado en el Barangay de Don Pablo
Puqui del pueblo de Binalatongan, provincia de Pangasinán.
María Diampi, su mujer, empadronada en el Barangay del dicho.
Juan Laguy, soltero tributante, empadronado en Barangay de Don Cristóbal
Romiro de pueblo de Lingayén, provincia de Pangasinán.
Pablo Malanga, casado tributante, empadronado en el Barangay de Don Juan del Castillo
del pueblo de Tarlac, provincia de la Pampanga.
Rosa Mavilla, casado tributante, su mujer, empadronado en el Barangay del dicho.
Gabriel Gomabun, casado tributante, empadronado en el Barangay de Don Pedro
Manungcot del pueblo de Paniqui, provincia de Pangasinán.
Verónica Quiamey, su mujer, empadronada en el Barangay de Don Juan de
Castañeda del pueblo de Tarlac, provincia de la Pampanga.
Tomás Matilat, viudo tributante, empadronado en el Barangay de Don Raymundo
Dueñas del pueblo de Bucsit, provincia de la Pampanga.
Sebastián Rayo, viudo tributante, empadronado en el Barangay del ministro de
campo Don Juan de Vera de pueblo de Binalatongan, provincia de Pangasinán.