sacristanes
- Title
- sacristanes
- category
- People -- Catholic Church Figures
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- https://fromthepage.com/1762archive/a-digital-repatriation-of-a-lost-archive-of-the-spanish-pacific-the-library-of-the-convent-of-san-pablo-manila-1762/article/32076746
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Monacillos que sean hijos de mestizos de sangley. 1732

valiéndose del pretexto de que están
distantes de este pueblo, lo que
debieran callar o pesarles por ser
contra toda razón y justicia el que vivan
tan apartados de la iglesia.
Por lo que vuestra reverencia, usando de su acostumbrada
piedad, se ha de servir de mandar
que todos los estantes y habitantes
en esta administración den
sus hijos para sacristanes, exceptuando
sólo los ochenta reservados
de la hacienda de Pasay, pues
estos tienen reserva del superior
gobierno para que no acudan sus
hijos a ser sacristanes, por ocuparse
en servicio de la iglesia
y Convento de San Pablo de la
ciudad de Manila. Por todo lo cual =
a vuestro padre muy reverendo pedimos y
suplicamos [que] se sirva de habernos por
presentado y mandar según que llevamos
pedido, y juramos en forma
no ser [de mal vía] y en lo
necesario etcétera = Francisco Nicolás =
Juan Feliz Punsalan =
Manuel Bagsic de Leon = Joseph
de Valencia = Pedro Cervantes
Relación y otros instrumentos sobre el desacato de los Naturales de Dongalo. 1717.

haciendo su cerca [que] era el sitio que llaman Santa Lucía. Y cuando llegamos, hallamos
que estaba toda la gente de Dongalo viejos, y mozos, y hasta los muchachos,
y todos los baguntaos, y sacristanes, que al parecer había más
de trescientas personas. Y luego que nos vieron llegar a donde estaba el
juez y sus compañeros, los motores del pleito, se acercó la mayor parte de
la gente, y nos fueron cogiendo en medio. Yo [reparé] que todos tenían
en las manos fuera de los bolos muy buenos garrotes y otros tenían
machetes y garrotes y algunos lanzas cortas, y el juez mayor su
alfanje. Y habiéndome yo llegado [donde] estaba el juez mayor le dije
que como hacía lo que hacía de haber echado [bando] para que toda la
gente saliera a hacer la cerca que estaban haciendo, habiéndole yo dicho
lo que le dije el día viernes en la tarde, me respondió que no podía
hacer otra cosa porque bastaba que [si lo] hubieran pedido todos los del común
de su pueblo. Y que bastaba la orden verbal del señor oidor fiscal que les había
dado para hacer la cerca donde la hacían. Y que así que ellos sabían
muy bien lo que se hacía. Yo le dije que nada de lo que había mandado
ni hacían era puesto en razón. Pues si él era [justicia] debía obrar como
Dios manda, y no hacer [una] sin razón como la que estaban haciendo.
Pero que Dios [cuidado] y que se resultare alguna cosa que él lo había
de pagar por fin [por] haber mandado hacer lo que todo el común
de Dongalo estaba haciendo. Y que esperaba en Dios el que no habían
de ganar el pleito, y también le dijimos que como decían que
se lo había mandado el señor oidor fiscal pues al Hermano Fray Diego le había
dicho dicho señor oidor fiscal que él no había mandado tal cosa, y a
eso respondieron ellos que a ellos se lo había dicho verbalmente. Y que
así [se veían] muy bien lo que se hacían, y yo le dije tanto a él como
al Capitán Pablo, y a sus compañeros: "con que vosotros diréis más verdad
Carta apologética, probablemente de Francisco Combés sobre la controversia sobre el sermón de Francisco Solier en el que acusa a los frailes de maltratar de los indígenas

digo que para esos moderados castigos, como no necesitan de
autoridad judicial, tampoco necesitan de ministros.
Sino que, al modo que el padre de familia, por mano de
cualquier criado o hijo, castiga a los demás hijos y criados,
así lo puede hacer el ministro, por medio de los que asisten al servicio de la
iglesia: cantores, sacristanes, maestrillos de doctrina y criados suyos. Y
aunque concedamos fiscales y se les cometa la autoridad de castigar,
siempre es con subordinación a los ministros. Y así siempre cede
en más autoridad suya y nunca en menos respeto. Bien sabido es
del poco aliento del indio y mucha remisión, el poco brío que tiene
para con sus semejantes. Y que si no es a influjos del padre ministro
no tiene ánimo para ninguna ejecución rigurosa, temeroso
de incurrir en el odio y refrenado de su natural frío y
pusilánime. Y que para todo lo que han de hacer recurren al
padre para servirse del escudo de su autoridad y dando
su nombre a lo que hacen [y] eximirse de la indignación. Y siendo
así, más sirve el fiscal de un instrumento obligado a los
efectos de su prudencia que de estorbo a su obligación. Y más
cuando los tales fiscales siempre son los que el mismo religioso
señala para el tal oficio, sin que los señores obispos promuevan
a esos cargos, sino a los que llevan la aprobación
de su gusto y siempre a instancias de sus diligencias y con
determinado fin de fiscales de la doctrina para coadjutores
y ayudantes del padre ministro. Y si les pareciere desautoridad
que los nombres del señor arzobispo lo mismo podían alegar
en los gobernadorcillos, alguaciles mayores y demás oficios
que dan los alcaldes mayores. Pues también pueden alegar
que es desautoridad que un indio mande, castigue
y tenga más autoridad que religioso docto y santo. Y
como nadie alega eso porque la autoridad de jurisdicción
sin agravio la da el alcalde mayor a quien quiere, sin
derogar un punto. La de ministro, nadie se queja
de eso. Y si no, se siente ese inconveniente en lo secular porque
lo ha de haber en lo eclesiástico. Que no se experimente
es claro aun en lo secular, porque el indio [de suyo] humilde
y sin brío —por más gobernador que sea— no obra sin dar parte
al padre ministro, ni hace castigo contra su voluntad.
Y aunque de Mariveles para dentro no sea tanta la sujeción
por ser los naturales más despiertos, pero de Mariveles
para fuera no hay más gobernador que el padre. Porque
no se muere sin su voluntad, ni los alcaldes mayores
eligen sino al que los ministros quieren. Así por guardarles esa cortesía, como
porque saben muy bien que si el padre no influye con su autoridad ni el
gobernadorcillo ha de tener brío para cosa, ni los demás han de hacer
caso de lo que el ordenare. Porque en las provincias remotas, como
no han llegado por su dureza a entender la fuerza de la jurisdicción,
no hacen caso sino del que entre ellos es principal. Y sobre todos
del padre, que lo conciben superior a toda potestad porque ellos miden
el poder por la autoridad personal. Y esto no es usurpar la jurisdicción

dar a tragar todo lo que mal digerido vomitare? ¿No ve que los
más han leído el papel del señor Don Salvador Gómez de Espinosa?
¿No ve que le tenemos aún en las manos? Pues como se arroja a encarecimientos
tan disformes, ¿no ve que se reirá el auditorio? Y
en virtud de lo que ahí dice sin verdad, hará cuanto dijere sospechoso
pobre caballero si no se hubiera impreso el papel. Pues por no
desmentir a un religioso todos habían de decir que era verdad. Y
cuando hallaran otra cosa —la que realmente contiene el papel— habían
de decir que era corrección y que de miedo lo había ya enmendado
su autor. ¿Dónde dice el señor Don Salvador Gómez de Espinosa que no se barran
las iglesias? ¿Dónde que no se lave la ropa? ¿Dónde que se dejen las iglesias?
¿Por qué yo no lo hallo en todo el escrito? ¿Que sean eriazos
y pasto de brutos? ¿Así le enseñaron a interpretar las intenciones de sus
prójimos en la celda? No, que Dios no enseña malicias sino juicios
sencillos y verdaderos. Le debió de arrebatar tanto la pasión que hizo rapto
y se le olvidó el discurso. Pero es cierto que no lo arrebató Dios. Es
porque el señor Don Salvador Gómez de Espinosa dice en el número 29 del
[ss] citado que «no es bien que las doncellas y mozas casaderas se ocupen
en desherbar los patios, regar las huertas y traer ramas para las
enramadas fiestas». ¿Esto es dejar las iglesias? ¿Esto es que no se
lave su ropa? ¿Esto es que se vayan [pluviera] a Dios las iglesias?
¿Tuvieran tanta ropa que lavar que un día al mes necesitara de
esa ávida [pluviera] a Dios? ¿Hubiera tanta limpieza en su culto
que cada semana tuvieran las dalagas qué hacer en ese ejercicio?
Debía mirar que mucho de estas islas han visto las iglesias y saben
la ropa que tienen. No lo quiero yo individuar porque acá nadie
lo ignora, pero le ruego al reverendo padre predicador [que] no hable hasta
que haya discurrido por las provincias. Y dará mil gracias a Dios. Pero
al fin de esto no habla el señor Don Salvador Gómez de Espinosa, que es propio
ejercicio de mujeres. Y mucha razón que de limosna
acudan en eso al servicio del templo no sólo las muchachas
sino las matronas más honradas. Pero si del desherbar y regar,
¿por qué no es necesario que lo hagan mujeres ni decente? ¿No les
da el rey 13 personas reservadas en 500 tributos, que las aplican
como quieren? ¿No hay muchos partidos que tienen mil tributos donde
tienen la reserva doblada y muchos que pasan de mil y cuatrocientos
tienen más que una capilla en su cabecera? Fuera de los padres de la
compañía [que] no usan de ese modo de cabeceras, sino que igualmente
asisten según los tributos en cada pueblo. Y en todos tienen capillas
y sacristanes. Pues ¿qué hacen esos reservados? ¿Por qué no los ocupan en el
servicio de la iglesia? ¿Ítem no entran gruesas limosnas que gastan
de ellas en servicio de la iglesia? Y si gastan y no se lo lleva cada
particular, que es lo ordinario, ¿cómo no aplican algo para asalariar gente
que limpie los cementerios cuando fuere necesario? Ítem ¿no hacen faltas
los indios que ellos castigan ya de amancebamientos? Ya ve
omisiones a la doctrina. Pues déjense de penar en dinero,
que es sacarle la sangre al triste indio, y de azotes, que es hacerse
odiosos a sus hijos y los condene a limpiar ese cementerio que a tantos
da qué hacer. Ítem ¿no tiene el sábado a su disposición los baguntaos?
Pues ¿no bastarán esos para conservar limpio el cementerio? Ítem
los que tienen visitas, ¿no les obligan a los pueblos de las visitas todo
el año a contribuir baguntaos semaneros? Cuando hay algo que hacer

en las cabeceras —y muchos sin que haya que hacer sino por
tener ese servicio más— pues como ha de ser necesario que a eso
acudan las dalagas. Y más con el rigor que eso se ejecuta,
que aún no lo explicó el señor Don Salvador Gómez de Espinosa.
Que no es solamente los sábados sino que lo ordinario es y
asentado en las provincias de Mariveles para afuera. Que
todo el año asistan las dalagas en el pueblo sin que se pueda
ausentar alguna sin licencia del ministro. Grandes deben
de ser los cementerios, que todo el año dan qué hacer a tantos
que no sea decente andar mezcladas dalagas y jóvenes
o baguntaos en un mismo ejercicio en el campo o en
la calle. Ello se lo dice, pues ¿a qué se quedan esas mozas
en el pueblo para sólo barrer y lavar? No es posible. Fácilmente
se hallará la razón y se desharán esas
sombras con que nos pretenden confundir.
O con cuanta razón alaba el señor Solórzano el
ministerio de los padres de la compañía y encargase
[que] les entreguen cuantos ministerios fueren posibles.
O quien pudiera llevar y pasar al reverendo padre predicador
por sus doctrinas, viera como la escuela de niños se
compone de los pequeñuelos y niñas menores. Y sin
malicia, como en sabiendo la doctrina las separan
y desobligan a unos y a otras de la doctrina y escuela
cotidiana, y solamente les obligan a baguntaos y dalagas
a que acudan a repasarla el sábado. En ese día les platican
y los doctrinan. Y si hay que remendar en la iglesia,
lo remiendan. Y si hay que lavar, lavan ese día, recogiéndole
a casa de la maestra donde se reparte de suerte,
que no se ocupan una hora, por más ropa que haya. Con
ser así que la ensucian más porque dicen todos los
días misa. Y tienen más porque las limosnas las emplean
en eso. Entonces los jóvenes limpian el cementerio
si es cosa fácil de hacer. Y si no, se reparte para otro sábado,
de manera que no les sea cargoso. Pueblo hay que tiene
cien dalagas. ¿Qué ha de servir en el pueblo esa chusma?
¿De qué la maestra tenga en su casa una carnicería de
carne humana? ¿De qué los sacristanes y cantores y criados
tengan la ocasión a los ojos? ¿De qué el pasajero halle en llegando
la comodidad aparejada? De esto sirve el detener esas mozas en el
pueblo y de dar trabajo a sus pobres padres que en los pueblos donde la
asistencia es en la sementera. Como son los más de estas islas,
les es forzoso enviarles el sustento, privarle de su servicio
y gastar con ellas sin provecho. ¿De esto se sigue que las iglesias
sean zacatales acogidas de brutos y que las hayan de dejar
los ministros? Con menos comodidades tienen en mejor
tierra los curas limpian las iglesias. Y si quieren tener huerta,
asalarian un hortelano. Pero acá han de ser más señores
los curas porque son religiosos. Concluyo este punto con rogarle
al reverendo padre predicador que no se meta en consecuencias,
que no tiene buenos dedos para organista. Porque
como no sabe de formalidades, es desgraciado en
Levantamiento de Ilocos y Pangasinan

posta y les llevé un tibor para que fuesen por agua al río. Era buena
gente y obedecieron. Y yo entré mi tibor de agua en la iglesia con
que se conmovieron todos los indios. En fin hicimos traer el padre Fray Cosme
y yo hasta seis tibores de agua con que se refrigeraron los más necesitados
y se sosegaron otra vez hasta la mañana. Todo aquel día, se hizo la
misma diligencia que el día antes, dándoles de comer y beber. Y era
cosa notable que muchos zambales traían morisqueta y carne
asada y nos la daban para repartirla a los encerrados. Y este día
comenzaron los zambales así sacando de la iglesia indios a toda prisa.
En fin, pedimos al sargento mayor Don Jacinto Macaraeg que los dejasen
ir a sus casas que allí perecían de sed y hambre y hediondez. Además
que mejor les servirían allá y todos pasarían con más descanso.
Por la [mañana], domingo, salieron todos de la iglesia (adonde
no se dijo más misa del primer día, ni aún tocando los zambales
mismos a la oración les seguíamos sino que después del rosario
que siempre se rezó, hasta en el campo rezábamos la oración). A
la tarde, nos dejaron la casa libre los principales, y [los] principales
que los llevaron a sus casas habiendo hecho primero gobernador
del pueblo el zambal a Don Juan [Calibozo]. Y desde entonces, cada
zambal procuró coger los esclavos que pudo. En la iglesia
se habían quedado los sacristanes y en el mismo baptisterio mataron
a uno y [funa], quitando la ropa de la sacristía, y a otro negro
que se quitó [vala] de la iglesia le llevaron medio carrillo de un
golpe. Vino, huyendo a nosotros y mientras se pidió licencia para
ir a confesarle. Le llevaron detrás de la casa del señor obispo
y queriendo bajar el padre Fray Gonzalo supo le habían acabado. Solo
los tres referidos vimos heridos, que los demás que mataron que
fueron muchos. Pues solo de Bantay dice el padre prior [faltan] 80.
Era allá donde no los veamos. Si bien los cuerpos dejaron
tendidos. Los de algunos en el [arenal] y camino que cuando pasamos
a Narbacan vimos con harto dolor de nuestros corazones. Después
de esto, toda era bulla [de] arcabucería [y] repique de campanas así
en Bantay como en Vigan. Y [para] nosotros todo era desconsuelo. Habían
los indios de Vigan traído sus cajas y ropa, unos debajo de casa
del señor obispo, otros puesto la arriba. Sobre esto había gran

Un candelero pequeño, una cruz del pendón. De un cirial falta
la cuarta parte, y el otro cirial la una parte. Un cáliz con su patena
más dos patenas. Una campanilla del cáliz de la custodia. Una
lámpara más las cadenas y remate abajo, que era como piña de
otra lámpara. Las cadenas del incensario y cuchara. El acetre
e hisopo. Unas vinajeras. Una salvilla esmaltada. Un [sahumerio]
que es más cantidad de la que dice el padre prior que falta, que es conforme
a la memoria de los sacristanes [que] me han entregado.
Oro
Una gargantilla de La Virgen con [ciriales] y esmaltada curiosa y
costosa. Una poma con su filigrana y cadenilla de que pendía.
Unas pulseras de oro grandes con [sobretoca]. Unos zarcillos esmaltados
con sus aljófares. Un rosario esmaltado ^ encadenado
en plata. Cuatro anillos con sus piedras.
{Al margen izquierdo: ^ engazado}
Ornamentos
Frontales, 15. Casullas, 9. Capa, 1. Paño de hombro,
1. Paños de cálices, 7. Albas, 2. Amitos, 17. Manteles
de [Kalinga], 7. Quebraron dos aras. Faltan casi todos los
doseles y adorno de la iglesia, que se quemó, que era el mejor de la
provincia. El pueblo está bueno y todas las visitas con sus iglesias en pie.
Se salvó el retablo del altar mayor y los [caraterales] por estar fuera
y quitados por la obra.
Aquí no se ha perdido nada ni quemado, que fue el pueblo más
dichoso de todo con su visita. Pues no vio enemigos ninguno.
[Sinect]
Aquí sólo Cabugao sé quemó, pero la iglesia no. Y de esta
visita falta algo con un ornamento más blanco de raso
nuevo que no aparece. Lo demás está bueno.
Frontales, 12. Casullas, 13. Paños de cálices, 16.
Paño de atril, 7. Una copa. Bolsas de corporales, 5. Todos
los doseles. Un palio, una bandera, un pendón bordado.

Albas, 9. Manteles, 14. Dos sobrecamas bordadas y
curiosas, dieciséis. [Opus] de sacristanes con sus sobrepellices,
dos para el ministro. Palias, 6. Tres paños del altar
para la cuaresma. Banderas negras y paños de [himba]. Tres
cojines. Seis campanillas. Dos misales. 2 rituales. Y tres
cuadernillos de la orden. Aquí di el ornamento blanco con
las dalmáticas que vistieron sin collares y el frontal negro por
los [flucos], que lo demás no servía ya de roto.
Plata
La caja de las crismeras con una crismera falta. Una patena.
2 cruces de pendón. Dos vinajeras o un par. Dos salvillas
grandes. Otros dos platillos chiquitos. Dos cucharas a la cruz y
ciriales se faltan algunos tornillos. En las visitas falta
también lo más. Y habiéndose quemado los tres pueblos (Bantay,
Santa Catalina y San Ildefonso), no se quemó ninguna iglesia.
Se quemó medio pueblo y no falta nada del convento. De las
visitas quemadas, lo más que valía poco. Y unas crismeras
o las de todas.
Plata
Una crismera. Una vinajera. Un vaso.
Ropa
Frontales, 16. Casullas, digo mangas de cruz, 5. Velos
del altar, 3. 16 candeleros de palo. Un estandarte. Seis
ramilletes plateados. Y otras cosillas del ornato de la iglesia
no muy costosas. Se quemó convento, iglesia y pueblo, todo.
La misma escapó a sus iglesias y no falta (pienso) nada.

Plata
Un cáliz. Un plato de vinajeras. Una vinajera. Casullas, 5. Frontales,
5. Un alba con su amito. Un dosel de seda. Manteles, 3. Dos velos de
hombros, 2. Corporales, 3. Bolsas, 2. Y otras menudencias que no son de importancia.
Di aquí el ornamento colorado, casulla y frontal, no se ha quemado
nada.
Un palio. Dos doseles. Una casulla colorada nueva. Un frontal
verde. Dos albas. Tres manteles. Tampoco se ha quemado aquí
pueblo ninguno.
La plata que faltaba, han restituido. Sólo 10 manteles y los vestidos
y sobrepellices de los sacristanes faltan por descuido o prisa
de sus amos. Y no ha habido quema.
Una casulla verde nueva. Y tampoco ha habido quema.
Sino es [a Manacleo].
Esto es, padre nuestro, lo que puedo avisar por la prisa. Pues desde que llegué de
la Amianan todo se me ha ido en despachos. La relación sólo sirve
para sacar las verdades que han pasado, porque además de meter cosas
en ella que no pueden salir a luz, fue [currentecalamo] y algunas
cosas van fuera de sus lugares y el estilo ha de ser diferente. Y
el haber avisado de algunas cosas ha sido a persuasión de los padres,
que todos en común están mal con Fray Gonzalo sólo por su
hablar, y bien los más con el Padre Medina, es dicha suya. +
{Al margen izquierdo: + Y en fin, cuando el pleito del padre visitador con el padre Fray Luis, todos y los viejos le hubieran levantado de la obediencia si yo no cumpliera con mi obligación. Y juzgo que lo más es por el padre Fray Gonzalo por no haberle dejado acabar su visita. Y dicen:}
Dicen que, estando los dos padres Fray Juan de Ysla y Fray Gonzalo juntos
en la provincia, no puede haber paz, por lo que se ayudan en esto.
No hago juicio, ni me lleva pasión más de lo que dicen.
A costa de 30 pesos, perdone vuestra reverencia padre nuestro si me quejo,
porque no quise salir del mandato que no se pague a nadie el [pulong].
Anduve toda la provincia y en primer lugar compuse al padre gobernador Don
Jerónimo de Leyva con el padre comisario, que habían reñido tan mal
que el clérigo le dijo (después de tratarle de idiota) que si fuera