Dongalo
- Title
- Dongalo
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- Philippines -- Places -- Luzon
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- https://fromthepage.com/1762archive/a-digital-repatriation-of-a-lost-archive-of-the-spanish-pacific-the-library-of-the-convent-of-san-pablo-manila-1762/article/32065651
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- Don Galo, also historically known as Dongalo, was originally known as Santa Monica, and was named for the barrio's patroness whose image is enshrined in the Santa Monica chapel on Santa Monica Street originally built in the 17th century.[4] It takes its present name from a local hero of the Red Sea incident during the 1574 Battle of Manila, so named for the blood of invaders that spilled on it on November 30, 1574. The man, known simply as Galo, was said to have led his barrio folks in a successful effort to stop the advance of invading forces led by the Chinese pirate Limahong. The man was knighted by the Spanish colonial government in Manila for his heroism and was granted the title of "Don" after leading his barrio folks against the pirates.[5][6] https://en.wikipedia.org/wiki/Don_Galo
- numberOfItems
- 18
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Relación y otros instrumentos sobre el desacato de los Naturales de Dongalo. 1717.

SS.n Juan Lucas = Simón de León -
Nicolás de Legazpi - Joseph de Mendoza -
Don Tomás Dumaval - Don Bernabé Onguinlibot -
Don Agustín Rodrigues - Ignacio Bautista Pantaleón -
Agustín Bautista - Don Joseph de Rosález -
Don Felipe Bautista - Don Bartolomé Carlos Mamonong -
Don Nicolás Carabeo - Por ruego - Marcos del Castillo -
Por ruego - Juan de la Cruz - Don Tomás Bautista -
Por ruego Don Juan Fulgencio - Don Marcos Cuevas -
Por ruego Joseph de la Rosa -
Don Joseph Cortés - Por ruego - Nicolás Rodríguez -
Don Joseph de Leon - Luis de la Rosa -
Bernardo Arnillos - Don Juan del Castillo -
Don Joseph Selerio - Por ruego - Don Pedro Alejandrino -
Por ruego - Don Marcelo Pantaleón - Don Francisco Landicho de la Cruz -
Miguel Mendes -
Natural de Dongalo -
En el Convento de San Andrés del Orden de Nuestro Padre San Agustín del Pueblo de
Parañaque a veinte y uno de agosto de mil setecientos y diez y siete años ante nuestro
muy reverendo padre lector Fray Tomás Ortiz provincial de esta Provincia del Santísimo Nombre de
Jesús del dicho orden se presentó este escrito por los contenidos en él. Y habiéndole
[en tendo] [tenido] su padre muy reverendo mediante el padre predicador Fray Gabriel de la Fuente,
prior de dicho convento, quien se le interpretó y explicó en lengua castellana. Dijo:

por presentado y guárdese en el archivo de dicha provincia para que
en todo tiempo conste la declaración que hacen los contenidos en dicho
escrito sobre no tener parte en el desacato y atrevimiento que algunos
del barrio de Dongalo ejecutaron en el Padre Predicador [Fray]
Serrano, prior y ministro de dicho pueblo. Y juntamente el deseo y voluntad
que expresan sobre no querer otros ministros que los religiosos agustinos
quienes lo han sido desde el principio de la cristiandad de estas [islas].
Y por este auto así lo proveyó determinó y firmó nuestro [muy reverendo]
padre provincial de que doy fe.
Fray Tomás Ortiz,
provincial
Fray Francisco Cenzano,
secretario

El día 28 de mayo me avisó el Hermano Fray Diego
cómo había tenido noticias de que el juez
mayor había mandado que todos los indios
de Dongalo salieran a la sábana para señalarles
adonde habían de hacer la cerca, y
que si que yo le podía hablar para que no hiciera
tal cosa. Aquel mismo día por la tarde
estando sentado en la puerta del campo en
presencia del español que trajo el recado
y del fiscal mayor el Capitán Don Pedro de los
Santos, y de otro principal llamado Don Diego
Bernal llamé al juez mayor y le pregunté
si es verdad había echado bando para
que todos los de Dongalo fueran a la sábana
para señalarles adonde habían de hacer la cerca
y me respondió que era verdad. Porque todo
el común de Dongalo le habían presentado un
escrito pidiéndole lo hiciera así y que tenían
orden verbal del señor oidor fiscal para hacer allí
la cerca. Yo le respondí que pues el pleito estaba

El día 30 de mayo de 1717: Pasé a Manila a la fiesta del
domingo infraoctavo del Corpus y le conté a nuestro muy reverendo padre lector
Fray Joseph López lo que había pasado con el juez mayor y lo que me
había respondido dicho juez mayor. Y también le dije a su reverencia
como había oído decir que el dicho juez, había mandado que toda la
gente de Dongalo saliera el día siguiente lunes a hacer de facto
la cerca adonde él les había señalado, y su reverencia me dijo que
sería bueno el ver si se podía sacar un testimonio del escribano de todo lo
que respondiere el juez acerca de hacer la cerca adonde la hacía, o mandaba
que se hiciera. Y yo respondí a su reverencia que se haría como su reverencia
lo mandaba, y que le acompañaría al Hermano Fray Diego hasta el sitio
adonde los indios habían de estar haciendo la cerca, y que allí en presencia
de todos se le preguntaría al juez la razón que tenía para mandar
que se hiciera la cerca en aquel sitio. Llegado el día siguiente le
avisé al gobernadorcillo que mirara [que] habíamos de ir a la tarde al
sitio donde los indios de Dongalo estaban cercando las sementeras
y que mirara que había de ir junto su escribano y el juez mayor
y que había de ser después de vísperas, y este recado se lo
envié por dos veces con mi criado. Y respondió que sí, que iría,
y también envié a mi fiscal mayor con el mismo recado, y respondió
lo mismo. Y llegada la hora de vísperas o mucho después
de vísperas fue mi criado a decirle que ya era hora, y también envié
al fiscal mayor con el mismo recado, y que le dijera que allá le aguardaba
en la pedrera porque estaba la marca grande, y que yo había
de ir embarcado. Y después de haber llegado yo a la pedrera llegó
el fiscal mayor y el fiscal pasado que eran los que me habían de

acompañar. Y le pregunté por el gobernadorcillo y su escribano, y me dijo que
decía el gobernadorcillo que estaba aguardando su caballo, y que en []
iría, y yo desde allí le envié otros dos recados con [baguntaos]
que le dijeran que allí le estaba aguardando, y que
así que se despachara a ir cuanto antes porque ya era [tarde].
Y estando yo en este sitio aguardando llegó el Hermano Fray [Diego]
y allí estuvimos como cosa de una hora poco más o menos aguardando
al gobernadorcillo y su escribano. Y luego que yo llegué a la pedrera
llegué a un cobillo que estaba allí y desperté a mi criado que [estaba]
durmiendo por estar cansado de componer un pedazo []ca
que había compuesto desde por la mañana con dos [sirvientes de]
cocina, que le ayudaba para poder tener allí mis caballos [].
Y le mandé que me cogiera mi caballo que estaba allí []
y que cogiera otro para él, y otro para el chiquillo que
iba con los cojinillos y le dije que había de ir junto [conmigo].
Y viendo nosotros que no llegaba el gobernadorcillo [dijímonos]
poco a poco hasta ver si llegaba el gobernadorcillo. Y [dejamos un]
bantay en la pedrera para luego que llegara el que fuera al [sitio]
lado. Y por fin nos la pegó y no fue. Y discurro que fue por tener [cuñado]
casado en Dongalo llamado Don Luis Ramos que [fue uno de]
los muy desatentos aquella tarde, o por mejor decir, desvergonzados
sus obras y palabras. Y dicho gobernadorcillo se ha visto el que hace []
las partes de los de Dongalo. Y yo le dije al Hermano Fray Diego
camino en presencia de los dos principales que iban conmigo el que
les había de hacer cosa ninguna a los indios luego que llegáramos
donde ellos estaban. Y habiendo llegado allá, esto es [adonde estaba]

haciendo su cerca [que] era el sitio que llaman Santa Lucía. Y cuando llegamos, hallamos
que estaba toda la gente de Dongalo viejos, y mozos, y hasta los muchachos,
y todos los baguntaos, y sacristanes, que al parecer había más
de trescientas personas. Y luego que nos vieron llegar a donde estaba el
juez y sus compañeros, los motores del pleito, se acercó la mayor parte de
la gente, y nos fueron cogiendo en medio. Yo [reparé] que todos tenían
en las manos fuera de los bolos muy buenos garrotes y otros tenían
machetes y garrotes y algunos lanzas cortas, y el juez mayor su
alfanje. Y habiéndome yo llegado [donde] estaba el juez mayor le dije
que como hacía lo que hacía de haber echado [bando] para que toda la
gente saliera a hacer la cerca que estaban haciendo, habiéndole yo dicho
lo que le dije el día viernes en la tarde, me respondió que no podía
hacer otra cosa porque bastaba que [si lo] hubieran pedido todos los del común
de su pueblo. Y que bastaba la orden verbal del señor oidor fiscal que les había
dado para hacer la cerca donde la hacían. Y que así que ellos sabían
muy bien lo que se hacía. Yo le dije que nada de lo que había mandado
ni hacían era puesto en razón. Pues si él era [justicia] debía obrar como
Dios manda, y no hacer [una] sin razón como la que estaban haciendo.
Pero que Dios [cuidado] y que se resultare alguna cosa que él lo había
de pagar por fin [por] haber mandado hacer lo que todo el común
de Dongalo estaba haciendo. Y que esperaba en Dios el que no habían
de ganar el pleito, y también le dijimos que como decían que
se lo había mandado el señor oidor fiscal pues al Hermano Fray Diego le había
dicho dicho señor oidor fiscal que él no había mandado tal cosa, y a
eso respondieron ellos que a ellos se lo había dicho verbalmente. Y que
así [se veían] muy bien lo que se hacían, y yo le dije tanto a él como
al Capitán Pablo, y a sus compañeros: "con que vosotros diréis más verdad

{Al margen izquierdo: mi fiscal pasado}
me ayudó a poner a caballo y juntamente con el teniente pasado que
estaba allí por ser de Dongalo, pero no se metió jamás en
bueno, ni en malo. También el segundo mayor que se hallaba también
allí, y ellos fueron los que me amarraron un paño en
la mano porque no me entraba frío en ella. Y me parece que
si a esos dos los llamaren, y debajo del juramento les preguntaren
lo que pasó, dirán la verdad por ser indios bien intencionados.
Y después que la mayor parte de la gente se había ido tras
del Hermano Fray Diego, y el juez mayor se había quedado allí con
[cha]otra parte de gente que vino se meneaban a cosa alguna.
Y le dije al juez mayor: "mira, Dios [ha] cuidado contigo pues ha sido
la causa de todo esto, y que a mí siendo tu ministro y tu
padre me han lastimado de esta suerte siendo siempre mi ánimo
el no haceros ningún mal, sino antes mucho bien.
Y si yo no fuera sacerdote y tuviera un alfanje en las
manos no había de haber quien a mí se me hace arrimara
porque antes que me llegaran al pelo de la ropa había se de caer
una media docena. Pero soy padre y así no puedo hacer
nada de eso y más cuando mi intención siempre ha sido
buena, y vine solamente porque no hubiera ninguna cosa
por ser vuestro ministro. Porque juzgué estando yo delante ninguno
se había de propasar, a lo que se propasaron." Estando ya
para querernos volver, y mi fiscal y mi chiquillo, llegó
el Capitán Pablo con toda la gente que le acompañaba que habían
ido tras del Hermano Fray Diego. Pegó ael Capitán Pablo lo primero

criado lo dejé en Malate, para que el día siguiente lo fuera
a curar el Capitán Rafael, como lo hizo. Y el alfanje del
Capitán Pablo con que me quería cascar, queda en Malate con
el padre prior por si acaso fuere necesario. Y el pedazo de machete
que los indios de Dongalo cogieron, que es verdad [que] era de mi criado
pero no lo quebraron en su mano sino en la de otro mozo
que estaba allí por no tener cosa alguna en su mano, se lo arrancó
de la cintura. Y le guardaba las espaldas porque no le
mataran. Y en su mano se lo quebraron de un palo. Y todo esto
que está escrito en estas hojas es la pura verdad y muchas
más cosas que pasaron que no es posible el poderme acordar de
ellas y más estando como estoy. Y todo esto se lo leí a los dos
principales que firman abajo para que vieran si todo esto era cierto
por haberse hallado presentes y dijeron ser verdad. Y algo más:
que "ay, no has puesto padre porque se te ha olvidado que dijeron aquel
día los indios e hicieron en la función." Y lo que después ha
pasado el padre prior de Malate podrá dar razón y lo que
vio también aquella noche cuando pasó a Parañaque. Cuando le
leí todo esto fue en presencia de Don Ignacio Pantaleón, y Don
Nicolás de Carabeo el día 16 de julio de 1717 años.
Fray Juan Serrano
Ignacio Pantaleón de Salazar - Miguel Mendes
Don Nicolás Carabeo - Pedro de los Santos
Índice de todas las escrituras que se hallan en este libro de las tierras comprehendidas con el nombre de San Isidro pertenecientes al Convento de San Agustín

Índice de todas las escrituras que se hallan en este
libro de las tierras nombradas Potag, Socong, Mabilog,
Paquita, Majayjay, Pedrera Amaya,
Estero de Ventura, Pangpang
y Manibo en los términos y altos
de Dongalo comprendidos
con el nombre de San
Isidro, pertenecientes
al Convento
de San Agustín.
En siete de agosto de mil seiscientos y veintitrés,
Don Agustín Sungab, indio del pueblo de
Dongalo vendió a Francisco Coro un pedazo de tierra
nombrada Potag en términos del pueblo
de Dongalo, cuya escritura pasó ante Sebastián
Zambrano, escribano de su majestad y se halla
en este libro, desde hojas 2 a 4.
En nueve de enero de mil seiscientos y
veinticuatro, Francisco Coro presentó escrito ante
la real justicia, pidiendo que en virtud
de dicha venta le metiera en posesión en nombre
de la real justicia de las tierras que había
comprado con citación de los linderos. Dichas
diligencias se hallan desde hojas 4 vuelta
hasta 8 vuelta.
En veinticinco de enero de mil seiscientos
veinticuatro, Francisco Coro ofrece informaciones
que no le es de utilidad el tener las
dichas tierras sino venderlas, para lo cual
presentó cuatro testigos. Y en virtud de las declaraciones
de ellos, pidió [que] les concediese licencia
para otorgar la venta de dichas tierras. Concedió

se le licencia con tal que fuese con
intervención del señor fiscal de su majestad
como protector de los naturales. Todas las
diligencias se hallan en este libro desde
hoja 8 vuelta hasta 15 de él.
{Al margen izquierdo: 325 pesos}
En tres de febrero de mil seiscientos y veinticuatro,
Francisco Coro vendió dichas tierras
al Convento de San Agustín, cuya escritura
está desde hojas 15 de este libro hasta
17, ante Pedro de Valdés, escribano público.
{Al margen izquierdo: Putac}
En cinco de febrero de mil seiscientos y veinticuatro,
pide la parte de San Agustín
a la real justicia [que] le meta en posesión de
las dichas tierras en virtud de dicha escritura
con citación de los linderos. Las diligencias
se hallan en este libro desde hoja
17 vuelta hasta 20 de él.
En ocho de marzo de mil seiscientos y veinticuatro,
Don Alonso Datal y demás consortes
presentaron escrito ante la real justicia,
diciendo que como tenían unas tierras altas
nombradas Socong [y] Mabilog en términos de
dicho pueblo de Dongalo, ofreciendo información
de que no les era de provecho. Y así [que]
les concediera licencia para venderlas. Recibió se
la información en cuya virtud la justicia
ordinaria remitió al señor fiscal de su
majestad para que les concediera licencia.
Y habiéndola concedido, se mandó por
dicha justicia ordinaria [que] se otorgase la
venta. Todas estas diligencias se hallan en
este libro desde hoja 20 vuelta hasta 26 de él.

de dicho pedazo de tierra. Y está en
este libro desde hoja 34 vuelta a 35 de él.
En ocho de enero de mil seiscientos
y veintiséis Fray Luis Brito, prior de dicho
Convento de Parañaque, vendió dos pedazos
de tierra al Convento de San Pablo que
en términos de dicho pueblo ante Pedro de
Valdés, escribano público, cuya escritura
se halla en este libro desde hoja 35 vuelta
hasta 38 de él.
En veintisiete de enero de mil seiscientos
y veintiséis Don Salvador Martín presentó
escrito, diciendo que como poseía un
pedazo de tierra en los altos de Dongalo
nombrada Amaya, y por ser altas
y montuosas no le era de provecho. De lo cual
ofreció información y las hubo de Don Agustín
Sungab y demás consortes, según consta
de escritura que presentó con dicho escrito
el dicho Don Salvador Martín. Su fecha
a los ocho de enero de mil seiscientos y
veintiséis ante Pedro de Valdés, escribano
público. Y habiendo dado las informaciones
y dado algunos pregones, la real
justicia ordinaria, habiendo visto todas
las diligencias, las remitió al señor fiscal
de su majestad como protector de
los naturales, quien concedió licencia
para otorgar la venta de dichas tierras, las
cuales diligencias se hallan en este libro
desde hoja 38 vuelta hasta 50 de él.
{Al margen izquierdo: Amaya}
En cinco de febrero de mil seiscientos y
veintiocho años la parte del Convento de San Agustín