faraón
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- faraón
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- faraón
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- 32175063
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Relación de los sucesos de esta nuestra misión de la Orden de Predicadores en China en este año de 1682

que el milagro le cortase a la buena señora golpes, y
palos. Lo cual sucedió en la forma siguiente.
[7] Después de haber cesado el estrago reducido ya a
cenizas casi todo el barrio uno de los vecinos en cuya casa pren-
dió el fuego cuando obedeciendo a la virtud del Santo Agnus mudó
de rumbo habiendo hecho muchas promesas a los ídolos viendo cuan
en vano le habían salido fue con rabiosa ira contra el marido de
Teresa diciendo que debía pagarle los daños de su casa quemada
pues por haber en aquella cristianos que pidieron favor al Dios de los
europeos que tiene mas poder que los suyos (aún no sabía lo del
Agnus) viniendo el fuego derecho hacía aquella casa se había
vuelto, y quemádole la suya lo cual era contra toda justicia
y así que debía satisfacerle todos los daños, porque de no hacen
lo le pondría pleito en la audiencia. [Excusábase] el uno todo
lo que podía, instaba clamando el otro que las hechicerías de
los cristianos habían causado aquella ruina en su hacienda
y casa; el marido de Teresa tomó por partido el darle
veinte [taes] de plata para a callarle, y que desistiese de ponerle
pleito. Fuese el litigante aunque no del todo gustoso, [ni menos ]
lo quedo el que dió la plata, antes comenzando, a dar más mu-
estras de miserable que agradecido, no queriendo recono-
cer el autor del grande beneficio que acababa de recibir, a-
unque la pidió de rodillas al Dios de su mujer, persuadién-
dole su malicia a que había sido suceso acaso con que comen-
zó a enfurecerse de sentimiento de que le hubieran sacado a-
quella poca de plata y ciego tanto de infidelidad como de cóle-
ra, cargando toda la culpa a su mujer, la apeleó diciendo que
fuera haber acudido a otro Dios que a menos costa hubiera
hecho el milagro: ya juntando también entonces otro en-
ojo que tenía guardado a la devota mujer, por haberse con-
fesado a escondidas con el Padre Fray Raymundo de el Valle
acumulando venganzas, añadió rigores [a se] injusto castigo
con que pudo bien la buena Teresa ejercitar su paciencia
y añadir muchos grados al mérito como tengo por cierto que lo
haría, según el concepto grande que tengo de su virtud, y
sólida fe. Conociéndose claramente en la misma acción cuan
poco importan milagros para corazones de endurecidos. Faraones,
o de

que el milagro le cortase a la buena señora golpes, y
palos. Lo cual sucedió en la forma siguiente.
[7] Después de haber cesado el estrago reducido ya a
cenizas casi todo el barrio uno de los vecinos en cuya casa pren-
dió el fuego cuando obedeciendo a la virtud del Santo Agnus mudó
de rumbo habiendo hecho muchas promesas a los ídolos viendo cuan
en vano le habían salido fue con rabiosa ira contra el marido de
Teresa diciendo que debía pagarle los daños de su casa quemada
pues por haber en aquella cristianos que pidieron favor al Dios de los
europeos que tiene mas poder que los suyos (aún no sabía lo del
Agnus) viniendo el fuego derecho hacía aquella casa se había
vuelto, y quemádole la suya lo cual era contra toda justicia
y así que debía satisfacerle todos los daños, porque de no hacen
lo le pondría pleito en la audiencia. [Excusábase] el uno todo
lo que podía, instaba clamando el otro que las hechicerías de
los cristianos habían causado aquella ruina en su hacienda
y casa; el marido de Teresa tomó por partido el darle
veinte [taes] de plata para a callarle, y que desistiese de ponerle
pleito. Fuese el litigante aunque no del todo gustoso, [ni menos ]
lo quedo el que dió la plata, antes comenzando, a dar más mu-
estras de miserable que agradecido, no queriendo recono-
cer el autor del grande beneficio que acababa de recibir, a-
unque la pidió de rodillas al Dios de su mujer, persuadién-
dole su malicia a que había sido suceso acaso con que comen-
zó a enfurecerse de sentimiento de que le hubieran sacado a-
quella poca de plata y ciego tanto de infidelidad como de cóle-
ra, cargando toda la culpa a su mujer, la apeleó diciendo que
fuera haber acudido a otro Dios que a menos costa hubiera
hecho el milagro: ya juntando también entonces otro en-
ojo que tenía guardado a la devota mujer, por haberse con-
fesado a escondidas con el Padre Fray Raymundo de el Valle
acumulando venganzas, añadió rigores [a se] injusto castigo
con que pudo bien la buena Teresa ejercitar su paciencia
y añadir muchos grados al mérito como tengo por cierto que lo
haría, según el concepto grande que tengo de su virtud, y
sólida fe. Conociéndose claramente en la misma acción cuan
poco importan milagros para corazones de endurecidos. Faraones,
o de
Carta apologética, probablemente de Francisco Combés sobre la controversia sobre el sermón de Francisco Solier en el que acusa a los frailes de maltratar de los indígenas

de sus diligencias, atribuyéndole las desgracias. Cuando oí estas
palabras, me acordé de las que los judíos dijeron en desprecio
de Saúl cuando lo presentó para su principado. Nunquid
poterit nos salvare iste? 1.º Regum 10, 27. Miren ¿qué
traza de salvador de este podemos esperar la salud? Que fue
principio de motín et despererunt eum, despreciando
su autoridad. Pero generoso Saúl [dissimulabat se
audire] desprecio su reconocimiento y adoración, que hace
poco al caso el de los malos para desdorar a los buenos. Y más,
considerando que eran gente mala, hijos de Belial, filii vero Belial
dixerunt. Propias palabras de hijos de Belial que suena confusión,
porque tales razones en desprecio de la autoridad real siempre
son palabras de hijos de confusión, discursos de ánimos turbulentos
que no pretenden otra cosa que alterar el pueblo, turbar la república.
Porque en llegando a hollar este sagrado respeto, queda llano el
camino para esas temeridades, palabras de gente de Belial aparecen
porque yo no sé qué otro provecho pudo sacar de ellas sino confusión.
Y para hacerle más poderosa le atribuye las lástimas de las islas.
«Miren», dijo, «como van las cosas desde que vino con tantas desdichas,
que no se pone en cosa mano que luzca». Prosigue con tanto los
destrozos que causa el Mindanao reverendo padre para que un consejero
se llame salvador. Debe, más que atender a ejercer su cargo
en bien de la república, aconsejar lo recto, lo justo y según
la prudencia humana, lo que pareciere más conveniente. ¿El suceso
y la dicha no lo ha de dar Dios? El hombre ha de hacer más, que
como hombre ha de poder atar las manos a la justicia de Dios.
Si Joseph hubiera dado los consejos a Faraón y él no los hubiera
ejecutado, ¿dejará de ser en su celo salvador? Y
si puestos por el príncipe en ejecución los frustrara Dios, ¿serían
culpa de su prudencia las desgracias? Si puesto el trigo en los
graneros, lo hubiera tragado una desgracia de fuego o se lo [hubiera] llevado
una avenida, ni fuera culpa de sus consejeros ni de la omisión
del príncipe sino oculta prudencia de los vasallos,
algún ignorante la hiciera pero no Dios, ni los que miran
las lástimas como castigo de Dios, pues ¿cómo traes a consecuencia
lo que es castigo de Dios? ¿Quiere que los hombres contrasten
su providencia, que se sujete la del cielo a la de la tierra, que ate
las manos a Dios un gobernador? En cuenta de consolar al pueblo,
proponiéndole la voluntad de Dios y disponiéndolo para
merecerla más favorable, lo enfureces contra las causas humanas
para que se ocupe en solicitar las que de suyo son
inútiles y se divierta de las que le han de dar la salud. En
cuenta de exasperado contra sus culpas que son las que le
fabrican la miseria. En cuenta de persuadirle el recurso
a los templos la frecuencia a los sacramentos para que
aplaquen la ira de Dios, o contritos la toleren como
a satisfacción de sus deméritos lo induces a la desesperación.
En cuenta de consolar al señor gobernador ya
sus consejeros que con tanto desuelo las solicitan, viéndolos
afligidos por lo que no comieron ni bebieron. Viendo

viéndoos ahora por vuestra culpa afligidos. Y acordándome
cuando, defendiendo yo la república y estando para abatir
la potencia romana, me regateabais cuatro maravedises,
y se os hacía de mal cualquier gasto por vuestro bien. Y por lo ignorantes
que anduvisteis entonces nos vemos todos en esta miseria. Y merece
vuestra imprudencia ser mofa y risa del mundo, y que yo me ría
de vuestras inútiles lágrimas». ¿Qué será mejor, padre reverendo por no tener
valor para un pequeño dolor con los menoscabos de la hacienda
acomodándonos con los dictámenes del vulgo: perder toda la
hacienda y la república o permitir esa pérdida por no ver nuestra
ruina? Atienda a lo que dice Jovio y a lo que cada día sucede que, despreciando
los peligros más distantes por no sufrir los de la hacienda,
aquellos se acercan más poderosos y nos acarrean irremediable el
daño y la total destrucción de los caudales. Plerumque accidit utque
{Al margen izquierdo: ^ pecuniae}
provinciae ^ parcendo remota pericula contemnunt incumbentibus
demum malis, desperato sepe remedio gravia sentiant detrimenta.
Locura de la vana afectación de clemencia. Juzgó por esta
razón del pueblo vejado con los tributos, quiso remitir su exacción.
Dissolutionem imperii docendo, si fructus, quibus res publica sustineretur
deminurentur. Tácito, libro 13. Ruina del imperio ―juzgaron―
el disminuir solamente los tributos que sustentaban los gastos
del mismo imperio y necesidad quitar las cargas, que han de acarrear
otras mayores. Pues si el intentar esto fue locura, ¿proponerlo
no será necesidad, persuadirlo atrevimiento, condenarlo impiedad?
Rigor pareció de Joseph reducir a los vasallos de Faraón
a que le pagaran el quinto de sus tierras por tributo. Y no fue
sino prudencia soberana que supo servirse de la necesidad para
enriquecer a su rey. Porque, enriquecido el rey, tenía
más seguro su caudal el particular quitándole la hacienda.
Dice Ambrosio echo puntales a su felicidad: Non ut omnes
exueret suo, sed ut fulciret: publicum tributum constitueret,
quo sua tutius habere possent. Libro 2, De officiis ministrorum, capítulo 16. Porque no hay cosa
más peligrosa al rey ni a los vasallos, como sintió elegante Casiodoro
capítulo 1, epístola 19, que en el que manda la necesidad: perniciosa res
est in imperante tenuitas. No tiene otra hacienda el rey que la
de sus vasallos, ya si para las necesidades del rey si fuere necesario
se han de desnudar los vasallos. Que por eso, saludado por
Rey Jen de Eliseo, a prisa se quitaron las capas del hombre
los vasallos y las pusieron a sus pies. Festina verunt itaque
et unus quisque tollens pallium suum posuerunt sub peclibus.
[Eus 4 Reg] 9, 13. Y [Elías] profeta llamó palio al reino
o capa porque ha de vestir al rey y servir a las necesidades del
sustento y del ornato, que así lo entendió tan religioso como político.
[Velaz t. 1, ad Filip capítulo, véase 23 y 24, número 16. Eaquidem innuens]
principem regno suo esse operiendum; hoc est [adea que
sibi] sunt necessaria et ad honestum splendorem ipso uti
debere. No sólo a lo preciso ha de servir el caudal del vasallo
sino a lo descendente y conveniente al decoro de la majestad. Por
esto Cristo, el más benigno de los reyes, consintió el día que lo
proclamó la turba rey que le sirviesen con las capas