Zurbarán
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- Zurbarán
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Sobre las mentiras de Don Juan de Rosales, escrito por el General Don Franco de Figueroa

Valga el diablo a Zurbarán que los puso y a vuestra merced
que no la hurtó que para todo hay traza y no costaba
tanto alterar una firma. Ni sería la primera,
porque el curso de los despachos es el gobierno político.
Estuvieron despachando dichos señores a un
ínter que Don Juan Manuel determinaba.
Luego ejercían el gobierno político, luego o la
razón del auto es nula, o es nula la posición
del gobierno político en Don Juan. O por mejor
inferir, luego no cedieron lo político en
Don Juan, de donde se infiere con la misma evidencia,
que ni lo militar, porque parte lo cedieron
simul. No cedieron lo político, ni lo militar
fuera de que si allá luego en la real audiencia
lo cedieron y allí parte le dieron la posición, como
no firmó allí el señor Don Juan, sino en su casa,
luego no se la dieron allí, pues allí no la aceptó,
y como no firmó ante el Secretario Perea,
ante quien dice pasó el auto, sino ante Zurbarán
y como tampoco dice quien lo llevó. Estáis
durmiendo Don Juan, pues no está el tiempo
para dormidos, que por Dios que los más despiertos
estamos temblando.
En el número 4, 5, 6 y 7, pretende vuestra merced probar
que el señor Don Juan es capitán general.
Si vuestra merced lo consiguiera, merecía que partiese con vuestra merced
el sueldo de capitán general a que parece se enderezan
dichos numerosos. Pero en ello, hallo pruebas

frívolas y de ningún fundamento, solamente reparo
en lo que se repara. Vuestra merced no lo imprimiera
porque se contradice. Vuestra merced dice que una junta
abierta de personas de letras y prudencia, y luego
en la propuesta, solo consulta y propone
a los cabos militares que están presentes, cuyas
firmas constarán abajo y con las firmas
de estos, se conforma. Pues, ¿donde están las personas
de letras? Ya que pasemos que algunas cabos militares
lo serían de prudencia, por lo menos para
su negocio. ¿Qué firmas nos propone vuestra merced de personas
de letras? Ningunas, luego ninguna persona
de letras se consultó. No hay cosa que más memoria
pida que el mentir con consecuencia
y sin que le cojan. Vuestra merced, para imprimir otro
papel, tome la anacardina o trate de decir
más verdad o si ha de mentir tan a las claras,
no ponga textos que le sean tan en contra
como el primero con que comienza. Podía
decir como mientras leía el [vendido]
Zurbarán, estaba yo detrás de la silla, diciendo
con señas a los circunstantes dijesen
de no. Y vuestra merced enaguándose la boca
con dos [bártulos] que engañaba a los pobres [bartolas]
que le oían.

juez, solo pudo determinarlo solo, o ya determinó
bien o mal, o dijo que no le tocaba
determinar. Con todo eso debiese proseguir con
el bastón, pues este le tuvo en depósito.
Mientras bien o mal determinase, no le decía
yo a vuestra merced, que le hubiera estado mejor
estarse hasta ahora, sin determinar
que no tomar tan loca determinación.
Dirá vuestra merced que yo lo determiné allá. Yo
respondo que no me lo podrá probar, pero sí, vuestra merced,
que lo firmo y yo ando con mucho cuidado en firmas
que soy perro viejo. Pero vuestra merced que no
repara en firmar, comerás ahora pan de
perro y verás si el número 52 y 53 le
defienden, que son de tan poca sustancia
como los pasados. Y así vamos al 54.
Este es gran número porque de él saca
vuestra merced un argumento horrendo. Veamos
si yo lo acierto a formar después de haber
consultado al cura de este puerto. Digo así
el Escribano Zurbarán, dio fe de que había
cuatro años, poco más o menos, que los Señores
Mansilla y Coloma habían dado parte
de esta competencia al real consejo de
Indias. [Deus] sic est, este latín, dice el cura,

proseguir en mi potosí de Cavite. Sí me espanto
de que los demás le dejasen estar, mas, dejemos
esto y vamos al caso. Pregunto,¿ hicieron le
juez de la causa hasta que viniese la
resolución del real consejo, o hasta que la
resolviese él, a juzgarse no podía resolverlo?
¿O hicieron le juez de sí? El bastón había de quedar
en él o de quien de los dos señores. Había
de tocar, claro está, que de esto segundo.
Luego si resolvió, había de resolver (el bastón
no había de estar en quien antes). Digo, como
buen juez por una de los dos, si no resolvió
ni debía resolver el bastón, no había de estar
en quien antes de esta competencia estaba
la antigüedad. Amigo, por Dios que soy
mejor lógico de lo que pensaba y desde que el
cura me dijo el Igitur, me como las manos
por Igitur. Dije que una de las premisas
es falsa y con todo eso, la asienta
vuestra merced por sólido fundamento porque ha dado
en ser tonto. Y por Dios que se ha de salir
con ello, la premisa es aquella mejor. El Escribano
Zurbarán dio fe que había cuatro años
poco más o menos que los Señores Mansilla
y Coloma habían dado parte al consejo

de su competencia. No digo que es falso que el
Escribano Zurbarán diese fe, sino que la
fe que dio es falsa. Los recaudos que Zurbarán
comprobó cuatro años están en la
secretaria de Nicolás de Herrera, secretario,
y son un poder general para todos los negocios
sin hacer ni la menor acción de antigüedad.
Mire si la fe que da es falsa, pero
doy que no lo fuese. Vuestra merced, que presume de letrado,
no sabe que en el número de 24 se da fe
como no reparó aquella noche del auto en que Zurbarán
le daba de cuatro años. Dirá vuestra merced que era de
noche y cierto que yo no hallo otra respuesta.
Dirá también que Don Juan Manuel no quitó
la antigüedad al Señor Coloma, que con ella se ha quedado
y firma primero y es presidente. Hambre de
los Diablos, no diga eso que se degüella. Pues, si ha quedado
con la antigüedad como se quedó con el
bastón, respóndame vuestra merced que se quedó allá
en los teatinos, donde lo empuñó y se salió
sin él. Y pues, él no le quiere no le hace agravio
Don Juan Manuel, bien está. Pero si él no
le quiere, no estaba allí el Señor Mansilla barbado,
me replicará vuestra merced. Pues, ¿para qué lo desterró