Carta dirigida al provincial de Manila sobre el patriarca de Antioquía, 1709

Padre nuestro,
Aunque todo lo que digo a vuestra reverencia en las cartas es cierto me queda grave
escrúpulo de decirlo y quitare algunas cosas que solo queden
servir de levantar los ánimos contra el señor patriarca. No los
escribo con tal intento sino llevado del dolor que tengo las puse---
y por tanto suplico a vuestra reverencia que solo en caso de ser o juzgar que son
necesarias para la defensa del señor Don Fray Álvaro las diga porque
yo tengo miedo---viendo que cuatro que han sacado la cara contra
este señor legado (así se dice) dios los ha quitado del [miedo] en
breve tiempo. La otra razón es que yo sé que el señor tiene mucho
contra el señor Don Fray Álvaro porque dicho señor difunto hablaba
con mucho como pudiera hablar con su padre o madre y no era así
sino que le vendían y yo le avisé a su ilustrísima diversas veces y nunca
se quiso persuadir a ello, aunque le hice evidencia de lo que le
decía. Como digo al señor Don Fray Álvaro le tienen graves cosas apuntadas,
y lo sé porque [a un] clérigo se lo oí mucho antes: que su ilustrísima
viniera a Macao y o es muerto, y no puede decir en qué sentido
o como las decía. Y aunque yo por lo que siempre conocí de su señoría
podré afirmar, que si los llegó a [preferir] los juzgaba muy católicos porque
el señor siempre lo fue. Pero si hay quien le quiera hacer mal no
[ascenderá]a mí sentido ni al de otro, sino al que le diere la mala
intención del que se los cogió. Estaban muy [querellados] el señor patriarca
y el señor de Ascalon. No se dieron las pascuas. Y sin componerse
se fue el señor al otro mundo. Es verdad que lo cogió aquel último
accidente sin esperarlo. Y que creo de su ilustrísima de su que aun cuando
tuviera mucha razón (que un día me dio a entender la tenía)
hubiera cedido por no llevar ese cuidado al otro mundo. Temo
padre nuestro que serán muchas las cosas que se digan en Roma de su

y que se verán probados por dichos de todos estos misionarios
extranjeros que en todos ellos tiene su excelencia tantos testigos
como hombres. Mas todo importará poco si su señoría pudiera
responder. Mas no pudiendo por estar muerto [temotrabajo.]
Por esto digo que no hay que atribuir a pasión lo que el
señor patriarca hizo. Porque puede ser que el no haber hecho
más sea favor. Bien que como nunca le descomulgó ni
le amenazó ni sabemos que fuesen las cosas notorias, extraña
más lo público del castigo (si lo fue, que yo no lo sé, aunque
lo sospecho). Por último, padre nuestro siendo forzosa la defensa,
yo, aunque cargado de escrúpulos, dijera todo lo que tengo
dicha y, no siendo, procura saber de su excelencia qué fue lo que
le movió a mandar lo que mandó. Mas nunca me atreviera
a levantar los ánimos contra él ni deseo que alguno [los]
[mucha]. A dios dará la cuenta como todos la hemos de dar.

Fontanilla
{Al margen: suplicase a nuestro padre provincial que lea este escrito para sí y después leerá lo demás}